jueves, 2 de agosto de 2018

VIAJE A POLONIA II: LUBLIN Y CRACOVIA

Después de dos noches en Varsovia, empezamos a recorrer las carreteras polacas. Nuestro primer destino fue la ciudad de Lublin, de unos 340.000 habitantes. Durante el recorrido pudimos comprobar que los fondos europeos llegan a los países incorporados ya en el s. XXI a la Unión Europea, ya que gran parte del camino estaba en obras por la construcción de una autopista, así que el viaje fue un tanto lento pero sin contratiempos. Llegamos a Lublin poco antes de comer, después de recorrer unos 180 km. 

Lo cierto es que nuestra idea inicial era cruzar la frontera de Ucrania y visitar Lvov, pero las compañías de alquiler de coches no permiten salir de la UE, así que tuvimos que cancelar nuestra noche en Ucrania y cambiarla por otro destino en Polonia pocos días antes de nuestra salida. Una pena porque Lvov también era una ciudad muy deseable para visitar, pero el cambio nos dejó un buen sabor de boca.

Lublin tiene un ciudad vieja maravillosa. Considerada un eje comercial entre el Este y el Oeste de Europa, posee dos universidades y durante siglos fue ejemplo de convivencia de culturas y religiones. Recorrer las calles del casco antiguo es trasladarse en la Historia. Dos puertas majestuosas lo cierran, una da paso a la ciudad nueva y otra al antiguo castillo desde el que se divisa una panorámica fantástica. En ese castillo existe una joya artística que es una capilla totalmente decorada con frescos bizantinos a la que solo se puede acceder cada 15 minutos en una hora, con unas condiciones de preservación exquisitas, debido a los años que tienen esas pinturas. No dejan ni hacer fotos porque los frescos también tuvieron su deterioro en momentos de guerra y en las dependencias del castillo los nazis también hicieron gala de su terror. El día nos acompañó con tormenta y no pudimos hacer muchas fotos desde lo alto de la torre del castillo, pero os aseguro que pasarse unas horas en la ciudad merece mucho la pena. Cerca, por desgracia, también puedes visitar otro de los campos de exterminio que se instalaron en tierras polacas, el de Majdanek, pero como posteriormente iríamos a Auschwitz y solo pasamos una noche en esta ciudad, no lo visitamos.


Durante el callejeo por la ciudad vieja llegamos a encontrarnos con flechas del Camino de Santiago, así que si alguien se anima, pues tranquilamente puede empezar a recorrerlo aquí. Gente muy amable, una ciudad que aquí llamaríamos "de provincias" pero maravillosa. Y por cierto, en esta ciudad surgió el famoso movimiento "Solidaridad", aunque luego el protagonismo con Lech Walesa se lo llevó Gdansk porque era en sus astilleros donde él trabajaba, pero el germen fue aquí y sacamos una foto en el local donde se inició todo.


Y, en definitiva, lo más bonito fue callejear desde la Plaza del Mercado con sus sólidas casas de colores hasta el castillo, en un tranquilo y cómodo paseo que nos imaginábamos en invierno, con frío y nieve, enriqueciendo ese aspecto de ciudad de cuento de hadas. Existe también una ruta subterránea que tampoco pudimos hacer, parte de los sótanos del ayuntamiento y parece ser que eran los antiguos almacenes de los mercaderes, imagino que también supondría un importante escondite en épocas trágicas. No dejéis de visitarla si algún día vais a Polonia.


Al día siguiente nos encaminamos a la ciudad que todo el mundo visita en Polonia, primer destino turístico del país: CRACOVIA. En mayo de 2012 ya conté en este blog mi visita de 4 días a esta fantástica ciudad y a su vez, la puerta de entrada al horror del nazismo porque aquí están muchos escenarios de la famosa película "La lista de Schindler" y es de donde parten la mayoría de las visitas guiadas a Auschwitz. Os dejo los enlaces de lo que comenté en aquel viaje y a continuación os cuento lo que visitamos por primera vez, ya que Cracovia es de esas ciudades a las que siempre hay que volver.

Cracovia 2012

Cracovia 2012 2ª parte.

Decir que durante el trayecto visitamos también una de las iglesias de madera que son Patrimonio de la Humanidad y que se encuentran diseminadas por el sur de Polonia, (aquí el GPS nos sirvió de gran ayuda) y que podéis ver en ese enlace que os dejo de otro blog. Y aprovechamos para ver también las minas de sal de Wielizcka, aunque yo ya las había visto hace 6 años, mis compañeros de viaje bajaron a visitarlas, yo me quedé en el exterior y pude disfrutar de un paseo por la ciudad y de la experiencia de subir a la lalmada Torre de Graduación que se construyó en 2014 y es una idea muy curiosa. Resulta que la ciudad, al estar sobre un terreno con tanta sal y en un entorno natural privilegiado, a alguien se le ocurrió intentar recrear un microclima como si estuvieses al lado del mar. Pues bien, han hecho una construcción completamente cubierta de ramas de árboles sobre las que caen permanentemente gotas de agua que, lógicamente, llevan sal. Eso genera que al introducirte en el recinto y subir a la torre, respires un aire totalmente libre de impurezas y similar al que respirarías en un lugar costero. Es una sensación maravillosa porque esa humedad salina impregnada en la madera es como un "spa" muy recomendable para las personas con afecciones del aparato respiratorio. Merece la pena pagar 9 zlotys (poco más de 2 euros) y pasearte por allí una media hora, ¡¡sales como nuevo!!


En Cracovia la primera decepción fue nuestro apartamento: pequeño, incómodo y son solo una estancia y un baño. Eso sí, en pleno centro, entre el barrio judío y la ciudad vieja. Una ciudad tan turística estaba, siendo verano, atestada de gente. El casco viejo y el castillo eran un hervidero de gente, pero la visita era obligada. Sin embargo, yo tenía más interés en profundizar en la visita a Kasimiercz, el núcleo principal de la Cracovia judía, en donde visitamos tres sinagogas de las siete que hay y el barrio comunista de Nowa Huta, un auténtico descubrimiento.

En el barrio judío hoy hay vida, con todo lo que eso implica después de saber todo lo que ocurrió en toda la región con el horror nazi. Además, muchos restaurante son judíos y pudimos comer en ellos platos que nunca habíamos probado. En las sinagogas pudimos ver cómo se conforma un templo judío, lo que significan sus muros, el "arón ha-kodesh" o lugar sagrado donde se guarda el Talmud, el púlpito central donde se lee, etc., pero también la separación en el templo de los bancos y zonas destinadas a hombres y a mujeres. Uno llega a la conclusión de que las religiones occidentales tienen unos ritos y dogmas comunes, aunque luego se diferencien en sus liturgias, pero características comunes tienen. En la Sinagoga Remuh impresiona ver en su patio muchas placas puestas en sus muros recordando a familias exterminadas por el Holocausto, en una de ellas en inglés se recordaba a 80 personas exterminadas por los nazis en los campos de exterminio. Reflexión obligada para todos.


Son templos bastante austeros, al contrario de lo que estamos acostumbrados en la religión católica, pero también es interesante intentar comprender lo que implica toda la cultura judía porque, a pesar de los siglos, los integrantes de esta religión siempre fueron denostados y observados con lupa, expulsados de muchos territorios, exterminados... y aún así sigue habiendo cierto odio hacia ellos. No voy a valorar ni a entrar en la situación actual del estado de Israel referida a su conflicto con el mundo árabe, pero lo que está claro es que a día de hoy (y lo he preguntado incluso en Polonia a algún guía) nadie puede darme una explicación clara de por qué han generado siempre tanto odio y por qué en muchos aspectos del lenguaje todavía existen expresiones xenófobas hacia los judíos. Y creo que ese estigma les acompañará siempre, así que depende de cada uno de nosotros no entrar en debates intolerantes y respetar, sin más, las peculiaridades de cada uno.

Pero la visita que más me gustó en Cracovia esta vez fue la del barrio de Nowa Huta. Se trata de un barrio periférico al que tienes que llegar en tranvía y que fue diseñado después de la II Guerra Mundial bajo los parámetros de la nueva arquitectura comunista soviética. Era un barrio obrero, con una fábrica siderúrgica en su centro, diseñado al más puro estilo racionalista: bloques de viviendas iguales, grandes avenidas, calles y plazas siguiendo una estructura cuadriculada. Los habitantes del barrio tendrían todos los servicios de primera necesidad así como de ocio: teatros, parques, jardines... Pero claro, no contaron las autoridades comunistas (como era lógico según sus ideales) con un aspecto fundamental en la manera de ser de los polacos: la religión católica. Y allá por los años 70 era arzobispo de Cracovia un tal Karol Wojtyla. Por todo ello, los habitantes de Nowa Huta habían empezado a construir en su tiempo libre un templo que hoy es una visita más que obligada no solo del barrio, sino de toda la ciudad: la Iglesia de Arka Pana, diseñada al estilo de Le Corbusier como un templo totalmente racionalista y funcional y que es, sencillamente, espectacular si te gusta la arquitectura del s. XX. La historia de esta iglesia y la lucha que mantuvieron los obreros polacos contra el régimen comunista para levantarla la podéis leer en el enlace que os he puesto antes, merece la pena saber realmente qué pasó, al margen de que seas creyente o no.


El interior impresiona por su disposición, toda la iglesia es una simbología y se recuerda el periplo que pasaron para levantarla desde los años 50. Pero si hay una imagen que te deja impactado es, sin dudarlo, la del Cristo crucificado, que simboliza al Cristo que acoge a la Humanidad. Recomiendo totalmente un paseo por este barrio y llegar a la iglesia, siempre abierta y con gente orando. Una visita con el máximo respeto a sus creencias de verdad que os sobrecogerá. En esta segunda visita a Cracovia ha sido lo que más me ha gustado.


Y quedaba una última visita desde Cracovia: el regreso al horror y a la infamia. Auschwitz será siempre el lugar que nunca debió existir. No pudimos conseguir una visita guiada en español, así que solo hicimos una visita rápida con una mini guía impresa y pagamos los traslados, ya que la afluencia de personas allí es inmensa y está a unos 70 km. de Cracovia. De nuevo, como en 2012, hacía calor y sentir esa humedad pegajosa de los barracones, ese olor a madera que ha sido testigo del genocidio más cruento de la Historia, ver los lugares que tantas veces vimos en las películas e imaginarse, solo imaginarse por unos minutos lo que era aquel infierno en vida, no es apto para todos los públicos, aunque a más de un político xenófobo llevaría yo por allí a darse una vuelta. Y sí, vuelves a emocionarte, vuelves a llorar porque en mi segunda visita ves otros detalles, haces otras reflexiones y... en fin, es muy difícil expresar emocionalmente lo que sientes al volver a pisar aquellas estancias. Me derrumbé viendo las fotos de los niños con "el pijama de rayas", me quedé un par de minutos solo dentro de la cámara de gas del crematorio 1 observando las paredes escarbadas con las uñas de los que buscaban aire para salvarse. No se encuentran calificativos ni palabras para definir todo lo que sientes en dos o tres horas de visita, simplemente hay que sentir y reflexionar. Yo creo que nadie es la misma persona una vez que visita Auschwitz, algo se remueve en tu ser, en tu conciencia de ser humano ante todo lo que pasó allí y que al 100 % nunca llegaremos a saber y difícilmente a comprender. Y tienes incluso que llegar a mirarlo con los ojos de la "no emoción" para tratar de comprender algo. Los nazis concibieron los campos de exterminio como un proceso industrial de la muerte del cual tendrían que sacar un beneficio porque ni yo mismo creo que ningún ser humano pudiese actuar siendo consciente de lo que realmente estaban haciendo. La rampa de descarga, los trenes, la selección, las condiciones de hacinamiento, las comidas, la higiene, la ropa, las pertenencias, las torturas, los experimentos humanos, el proceso de "solución final", las cámaras de gas, los crematorios. No se puede describir el horror, el infierno, pero es necesario hacerlo y en Auschwitz se hace sin morbo y contando las cosas como realmente ocurrieron. Negarlo es negarse a uno mismo como individuo de la especie humana, no creo que haya animales que llegasen a actuar con tanto terror y crueldad como lo hicieron los nazis.




En fin, volvimos a Cracovia a pasar la última noche para salir al día siguiente hacia otra ciudad que fue el gran descubrimiento del viaje, pero eso será otro día. ¡¡Gracias por leerme!!

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