domingo, 5 de abril de 2020

COVID-19. HAY QUE ESCRIBIR

La actualidad obliga y ante un hecho que desde que empezó marcará nuestras vidas para siempre, no puedo dejar de escribir. Estamos viviendo una pandemia, algo que jamás pensábamos que pudiésemos vivir. Un enemigo silencioso e invisible se cuela en nuestros cuerpos y en nuestras almas y pone los cimientos del mundo patas arriba. Este virus con corona reina hoy en todo el planeta y nos ha cambiado no solo la vida sino también nuestra forma de verla. Da igual tu raza, tu religión, tu ideología, tu orientación sexual, tu color de piel o tu profesión. Da igual que seas del "primer mundo" (ahora incluso esto está cuestionado) que de África, del Caribe o del Ártico. Toda la Humanidad está padeciendo en mayor o menor medida la peor crisis sanitaria desde hace más de 100 años, mueren las personas y no hay vacuna. El COVID-19 nos transforma nuestros hábitos, rutinas y valores. Ya nada volverá a ser igual una vez termine todo.

Escribo porque estamos en cuarentena. ¡Cuarentena! Algo que leíamos en los libros de piratas cuando llegaba un barco a puerto con enfermos y lo dejaban a cierta distancia de la costa porque los enfermos   podían contagiar, o los metían en una fortaleza sin que pudiesen salir para evitar la propagación. Hoy la cuarentena significa quedarse en tu casa y salir única y exclusivamente a comprar lo esencial para comer. Y en casa seguimos teniendo los lujos de comunicación, cadenas de televisión, música, Internet, telefonía, información e "intoximación". A veces mata más un bulo, una "fake new" o un vídeo viral que el propio bicho invisible, mata más la ignorancia que la propia pandemia. En realidad, siempre fue así, pero siempre en su contexto histórico.

Los centros educativos están cerrados, los negocios de hostelería, el transporte al mínimo, los centros comerciales sin bullicio. Es todo como una película irreal, una especia de pesadilla "light" porque no estamos privados de nada esencial. Esto originará una gran crisis social, económica, política, cultural. Habrá un antes y un después del coronavirus y realmente tendremos que aprender a vivir con él, como con ese tumor dormido que está en nuestro cuerpo y que un día despertará y nos originará otra pesadilla más macabra y definitiva. Y lógicamente este período de confinamiento está sacando a la luz nuestros valores más solidarios y también nuestras carencias, como individuos y como sociedad.

A las 8 de la tarde salimos a las ventanas a aplaudir a nuestros y nuestras sanitarios y sanitarias, que a veces en condiciones muy precarias están en primera línea de batalla, viendo cómo se muere la gente en soledad (12.000 personas ya en España) o viendo también cómo se recuperan y es un gran triunfo. Es un momento en el que muchas veces me emociono y se me saltan las lágrimas. De fondo, alguien pone desde su windows personal (nunca mejor dicho) el himno de esta batalla: "RESISTIRÉ"





Y las horas pasan con actividades que teníamos olvidadas: las cartas, algún juego, un poco de ejercicio, nuevas recetas de cocina... Y nos aferramos a eso, a lo que nos pueda traer de positivo esta situación: una parada técnica para repensar nuestras prioridades en la vida, nuestros valores y nuestros motores para seguir caminando. Si hay algo de lo que España puede estar orgullosa (eso siempre lo demostró) es de sus ciudadanos y ciudadanas, muchas veces menospreciados en otros países europeos pero, como siempre dije en los anteriores post de este blog, con muchas cosas que enseñar a esa Europa que hasta hoy se está mostrando totalmente insolidaria con los dos países de su "unión" que más están sufriendo la pandemia: Italia y España. Lo triste es que a ellos también les llegará y lo pasarán mal, muy mal, aunque se empeñen en maquillar cifras de contagiados y muertos o expresamente digan que no atenderán a mayores de 65 años. Una vergüenza, vamos. 

No quiero entrar en política con este tema. Es momento de que todas las personas estemos unidas, sin mirarnos el carnet de afiliación. Las redes sociales se han convertido en las verdaderas alcantarillas donde las mentes con más MIERDA (y lo pongo con mayúscula) se dedican a desprestigiar a este o aquel gobierno nacional, regional o local, sea del color que sea. Ahí también se ven los valores degradados de ciertas personas que siguen con rencor, con odio, con ira... todo lo que legisle este o aquel, habida cuenta de que estamos en un Estado de Alarma establecido por ley en nuestra Constitución. ¡Y menos mal! Es un momento muy crítico, calificado ayer mismo por el Presidente del Gobierno "la peor crisis de nuestras vidas". Y tiene razón. Coincide que es el presidente del partido político que defiendo y voto. Da igual. Si lo llega a decir el de otro partido no estaría equivocado. Es realmente una auténtica tragedia, para todos y todas, para el niño o niña que lleva metido en su casa desde el día 13 de marzo hasta el anciano o la anciana que vive sola y que un voluntario de servicios sociales tiene que llevarle la comida a casa; desde el pequeño autónomo que no puede abrir su negocio y tal vez nunca lo vuelva a abrir hasta el empresario que tiene que cerrar su empresa y paralizar su producción y despedir a sus trabajadores hasta nuevo aviso, hasta que las cosas empiecen de nuevo a renacer. Porque sí, cuando esto se suavice (porque no se terminará nunca), comenzará la primavera, el "Renacimiento", muy despacio y poco a poco, ampliando la movilidad, acercándonos más entre unos y otros y eso será lo que realmente empecemos a valorar como importante.

Y ahora os hablo de mí. He vivido fuera tres años, lejos de mi entorno y de los míos. Os puedo asegurar que hay momentos estos días donde me he sentido aún más lejos que a 2.000 km. Llevo sin ver a mis padres casi un mes, sin tocarles y sentirlos al lado; hablo con mis primos por whats app y lo que deseo es ir a verlos y hacer una comida todos juntos; lo mismo con mis tíos, que alguno vive a 10 km de A Coruña y cuando acabe esto necesito abrazarlos; y mi hermano, mis sobrinos, mi cuñada... deseando cargar mi coche con los bártulos de feria e irnos a un campo a vender sus muñecos de crochet. No sé, son momentos muy emocionales. Y yo, que siempre he sido de UNIR, de construir y no de romper, quiero ese contacto con la familia. Hace 12 años se casó un primo mío y en su boda hizo un pequeño discurso diciendo que "si todo el mundo tenía una familia, a él le había tocado la lotería por la familia que tenía" y estábamos todos allí. Mi familia siempre ha estado muy unida en los momentos buenos y en los más duros y realmente son los que al final siempre están. 

Y los amigos y amigas... son innumerables. En Holanda están varios que conocí allí y con los que mantengo un contacto constante por facebook o teléfono; en España, desperdigados por toda la geografía, desde Murcia a Granada, desde Asturias a Madrid, desde León a Alicante, con muchas ganas de compartir vivencias de estos momentos. Y por supuesto, en Galicia: en Padrón, en Sanxenxo, en Lugo, en Monforte, en O Rosal, en Foz, en Milladoiro, en Ourense, en Fene... seguro que os dais por aludidos y aludidas. También personas de mi partido, vecinos, amigos de mi entretenimiento favorito y que por primera vez en su historia se ha cancelado (sí, este año nos quedamos sin Eurovisión), estamos pendientes unos de otros. Mis compañeros y compañeras de trabajo en el colegio, que nos hemos unido como nunca antes y que el día que entre de nuevo por la puerta no podré evitar emocionarme y abrazarme a ellas y a ellos. Y por supuesto, mis alumnos y alumnas... ¡cuánto los echo de menos estos días! Me he comunicado por ellos a través de otro blog para dejarles trabajo porque así nos lo han ordenado desde la Consellería de Educación y algún mensaje que me han dejado me ha emocionado, ¡cómo no! No hay nada que compense más en el mundo que sentir que tu trabajo es valorado no solo por ellos sino también por sus familias. Nunca podré agradecer todo lo que me ha dado mi profesión de maestro, tal vez tendría que crear otro blog para contar todo lo que supone ENSEÑAR y EDUCAR.

En fin, lectores y lectoras, solo me queda dar ALIENTO. Vamos a salir de esta, tarde o temprano, pero lo conseguiremos. Y seremos algo diferentes después, yo quiero ser positivo y pensar que como personas creceremos y maduraremos. Aquel o aquella que siempre fue tóxico, lo seguirá siendo, sin duda, como el virus; pero tengo la esperanza de que alguno o alguna se transforme un poquito, no ya tanto por el bien común sino por su propio bien. Lo que sí me está quedando claro en estos 21 días que llevamos ya confinados es que la gente que pertenece a mi círculo social y familiar vale muchísimo la pena y por eso estoy orgulloso de tenerlas al lado, aunque ahora no nos podamos ver, sentir o tocar, llegará el momento en que sí lo hagamos y seremos todos y todas un poquito mejor. Así que nada, ÁNIMO y recordad que 

#EsteVirusLoParamosJuntos

#QuedateEnCasa

#QuedaNaCasa

#StayAtHome

#BlijftUDanThuis




1 comentario:

  1. Se te ha olvidado mencionar el WhatsApp, que estos días echa humo.

    Hablas de que sientes distancia con tus seres queridos: a malas, si algo pasa, puedes meterte en el coche y llegar a donde sea (multazo de por medio o no).

    Ahora mismo, la gente que estamos fuera, miramos con terror que algo pueda pasar, porque no hay vuelos (llegar a España me tomaría 2 días en coche).

    Lo divertido del asunto es que el personal ha (hemos) redescubierto el teléfono, eso de llamarnos y hablarnos, además del bombardeo de mensajes preguntándonos cómo estamos.

    Esa parte, quizás, es la más interesante: la forma en la que necesitamos un cierto grado de humanidad que, de forma parcial, la tecnología nos ofrece.

    Lo más triste es que, si mañana volviera a la oficina, me liaría a pegar abrazos a todo el mundo, pero obviamente no podrá ser.

    Y eso, quizás, es la cosa más inquietante: cuando volveremos a "la normalidad", entendida no sólo como retomar nuestros hábitos, sino comportarnos como lo hacíamos antes de todo esto.

    Un abrazo y cuídate.

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