viernes, 16 de agosto de 2019

RUMANÍA: 30 AÑOS DESPUÉS DE CEAUCESCU

¿Echabais en falta el viaje de verano? Pues aquí está. Tras unos días por el Norte de España, de los cuales nos llovió la mitad, pero aún así pude volver a pisar Donostia, Bilbao o Santander, el viaje de este verano nos lleva a uno de esos países que generan cierto recelo en España, básicamente por estereotipos no muy justos sobre sus ciudadanos. Me refiero a RUMANÍA.

No voy a hacer varios post porque creo que podré condensar en unas cuantas palabras lo que significó esta aventura que comenzó, lógicamente, en la capital, Bucarest. Ciudad que todos recordamos por varias cosas, pero sobre todo por lo que sucedió allí hace ahora 30 años, en diciembre de 1989 con el derrocamiento y ajusticiamiento del dictador Ceaucescu y de su mujer Elena. Y visitando la ciudad uno entiende que acabaran con él así porque realmente dejó al país con una miseria absoluta mientras ellos vivían en una opulencia faraónica. Fiel reflejo de esa megalomanía enfermiza es el Palacio del Parlamento, concebido como Palacio del Pueblo y que es el segundo edificio administrativo más grande y costoso del mundo, tras el Pentágono. Una obra que visitamos en un tour guiado en español y en la que trabajaron desde 1983 en que empezó a edificarse, 24000 obreros en 3 turnos ininterrumpidos y en el que se emplearon los materiales más costosos y que la guía nos iba relatando dejándonos los ojos como platos. Toneladas de terciopelo para las cortinas, kilómetros de alfombras, un volumen inconmesurable de los mejores mármoles y maderas del país y de otros lugares del mundo... un lujo fuera de la realidad de la población rumana que llegó incluso a plantearse, tras la caída del tirano, en convertirlo en casino. Realmente si el susodicho palacio se lo vendiesen hoy a un jeque árabe tendrían resueltas las miserias del país, sin duda.


Solo para que os hagáis una idea de las dimensiones os diré que la visita guiada solo es por el 4% del total edificado, que en el subsuelo hay aún 7 plantas más, que para construirlo se tiraron 12 iglesias, 3 monasterios y ¡¡7000 viviendas!!, y que en una sala que se concibió como teatro (y que nunca se pudo usar como tal porque no tenía bastidores) hay una lámpara fija que para limpiarla y cambiar las bombillas hay que entrar por el suelo del piso superior y pueden entrar en ella 4 personas para esas labores. En fin, la locura.

Bucarest es una ciudad que tiene mucho que avanzar como capital. El transporte es un poco caos, aunque el metro no funciona mal. Hay muchos taxis y compañías privadas de alquiler, pero la conducción no solo en la capital sino en todo el país es una actividad de gran riesgo y da la sensación que hay otras normas de circulación que no entendemos, ellos sí.

Así que tras dos días en la capital más uno a la vuelta de nuestro tour particular para volver a coger el avión de regreso, empezamos nuestro periplo por las carreteras de Rumanía. Sí, CARRETERAS, porque autopistas o autovías escasean, solo en el entorno de Bucarest las encontramos. Así que después de pasar la ciudad petrolera de Ploiesti, que es un foco industrial y con mucha contaminación, empezamos a adentrarnos en los Cárpatos y llegamos a la primera localidad en la que hay que pararse: SINAIA

En esta vergel de montaña hay una estación de esquí y se ve que hay más nivel de vida que en localidades o pueblos circundantes. Es decir, la "gente bien" pasa aquí parte del verano y seguramente se vendrá a esquiar en invierno. Y en Sinaia está el Palacio Peles, que pertence a la familia real rumana y que es también visita obligada, junto con el Monasterio de Sinaia, un lugar de peregrinación ortodoxo que destaca por sus pinturas al fresco de las dos iglesias, la actual y la primitiva. El entorno os aseguro que es espectacular. Y desde Sinaia se pueden hacer muchas rutas de senderismo por los Montes Bucegi, pero nosotros nos encaminábamos hacia otra ciudad y solo vimos lo imprescindible.



La carretera continuaba con una retenciones kilométricas por un valle espectacular, pero que hace que un recorrido de pocos kilómetros se convierta en una odisea, demasiado tiempo desaprovechado. Pero por fin llegamos a la ciudad en la que más noches pasamos: BRASOV

Y es en esta ciudad donde tal vez vimos una Rumanía más moderna. El hotel que contratamos era prácticamente nuevo, en la cima de la ciudad, con unas vistas e instalaciones espectaculares, incluído spa que por supuesto disfrutamos. Brasov está en la falda del monte Timpa, que le da refugio y un clima más suave que otras ciudades de las llanuras. La subida a este monte en funicular y la caminata posterior por la reserva forestal ya merecen la pena, aparte de tener un casco antiguo bastante bien cuidado a pesar de que aún están restaurando algunos edificios, pero muy dinámico. Además fue la ciudad base para visitar otros lugares que ahora os iré contando y que seguro esperáis. 


Uno de los tópicos de Rumanía es, por supuesto, Drácula. Pues siento deciros que poco hay de realidad en este personaje. El castillo de Bran, lugar donde supuestamente Bram (con "m") Stoker situó su novela, es visita obligada, aunque después de hacerla me atrevería a decir que prescindible. El castillo no sorprende, lo que pasa es que el mito de Drácula y estar enclavado justo en la frontera de Transilvania con Valaquia es lo que ha hecho que se explote este lugar con todo lo que tiene que ver con los vampiros, el terror y demás. Es cierto que lo habitó el horroroso y cruel Vlad Tepes, hijo de Vlad Dracul, "el rey diablo", y fue un rey sanguinario, más bien un loco que empalaba no solo a sus enemigos sino a todo aquel (hombre, mujer e incluso niños) que no siguiesen sus normas o las transgrediese. Se cuenta que el camino de entrada estaba lleno de personas empaladas en una muerte atroz, que llenaban de sangre la subida, de ahí va surgiendo el mito de la sangre y el terror que infundía este señor. El caso es que todo ello, adornado con la novela y el entorno del castillo (por cierto, fue el único lugar de Rumanía donde oímos truenos), es el cóctel perfecto para el negocio. Y Bran hoy es un pueblo que explota el negocio, sin más. Tiendas llenas de souvenirs con la imagen de vampiros, un merchandising que roza lo hortera, furgonetas que te llevan y te traen por pocos lei ofreciéndote el "tour del terror", cuando en la visita guiada solo se centran en la labor de la reina María de Rumanía, fallecida en 1938 y muy querida por el pueblo y escasamente en la figura de Drácula, de la que no hay ningún documento que certifique su existencia ni que se alimentase de sangre.

Después de esta visita nos aventuramos por los Cárpatos. Condujimos por una carretera terrible pero con unos paisajes espectaculares. Llegamos a un desfliadero precioso, entre abetos y a la cima de un puerto donde se acababa el asfalto y teníamos que continuar por una pista de piedras y tierra en la que no quisiera verme en invierno. Vimos la vida tradicional rumana, sus viviendas, la gente recogiendo la hierba en carros que veríamos en España hace 50 años... en fin, toda una aventura de la que nos quedamos con el paisaje que nunca dejará de impresionar. 



Continuaremos en otro post, para no haceros la lectura demasiado pesada, en pocos días.

1 comentario:

  1. Para tener una referencia: "Vlad Tepes" es considerado un héroe en Rumanía, por cuanto fue capaz de resistir las embestidas de los ejércitos turcos durante su tiempo.

    Eso sí: era una bestia con respecto a las medidas para mantener el orden.

    Lo de Rumanía vino recientemente a mi cabeza viendo documentales sobre la vida y caída de los Ceausescu (sobre todo de la tipa que, sin apenas tener estudios básicos, obligó bajo coacción a las diferentes autoridades a darle un doctorado de Química, yendo por el mundo de experta científica cuando, la anécdota, es que no sabía ni la composición química del agua).

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