Voy a empezar a narrar cómo ha sido mi viaje de este año. Ya es la tercera vez que salgo de España en verano para desconectar y conocer otros lugares, lo cual lleva implícito un proceso de organización, ahorro de dinero y ese "gusanillo" de salir, coger un avión para nuevos destinos y vivir experiencias nuevas. Tres amigos decidimos que este 2016 el destino serían los Balcanes, esa parte de Europa que tanto me llama y que siempre tuve presente en mis comentarios aquí, tal vez haya algún gen mío que tenga su origen por esas tierras que siempre se consideraron el "avispero" de nuestro continente por los conflictos que allí surgieron y que alteraron las fronteras desde muchos siglos atrás, la última vez hace escasos 25 años.
Yugoslavia. Para muchos que tienen más de 40 años ese es el nombre que aún suena y que asocian a determinada iconografía: éxitos deportivos, el comunismo "light" del dictador Tito, las guerras posteriores de los años 90, etc. Nuestro viaje empezó en la que era la república dominante en aquella época y que como país independiente solo tiene 10 años: SERBIA. ¿El motivo? El vuelo más económico que encontramos haciendo solo una escala desde España era a Belgrado, así que allá nos fuimos.
Difícil expresar lo que experimentamos. Belgrado es una ciudad enorme, capital del país, en la confluencia del río Sava con el Danubio. Tiene el triste record de haber sido la capital que más veces ha sido destruida y reconstruida a lo largo de la historia, la última vez en 1999 con los bombardeos que la OTAN llevó a cabo por el conflicto de Kosovo. Permitidme opinar que fue un grave error, por lo que enseguida os comentaré.
Llegamos a Belgrado a las 8 y media de la tarde, cayendo ya la noche. Cogimos un taxi que nos acercase al hotel, después de cambiar dinero. El dinar serbio es la moneda del país, de escaso valor y que prácticamente solo se utiliza con billetes. Para que os hagáis una idea por 150 euros nos dieron unos 17700 dinares, así que aparte de visitar muchos sitios, ¡¡también trabajamos Matemáticas!! Lo primero que nos impacta es que el taxista llevaba puesta la radio y solo se escuchaban una sucesión de proclamas que, por el tono y el énfasis, era para enaltecer el patriotismo y el orgullo serbio. Parecía totalmente que aterrizábamos en un país en un estado de alerta absoluto, nos mirábamos con cara de asombro pero no comentamos nada hasta llegar al hotel.
Una vez instalados y preguntando en recepción donde cenar, nos recomendaron un restaurante de comida serbia, apetitosa, tradicional y económica. Después, el primer paseo por Belgrado, a la zona más céntrica, la calle Knez Mihailova, peatonal y con muchas terrazas donde los belgradenses se encontraban para mitigar el calor del verano y que es la zona más europea de la ciudad. El calor fue sofocante los dos días, más de 34º, lo cual permitía visitar la ciudad por la mañana pero no en torno a las 4 de la tarde.
¿Y qué ver en Belgrado? Pues básicamente unas pocas cosas:
- La fortaleza Kalemegdan, defensa de los ataques que aparecían por el Danubio
- La espectacular Iglesia de San Sava, el templo ortodoxo más grande del mundo
- El entorno de la calle peatonal citada antes, con el barrio de Skenderlija como punto de encuentro más bohemio de la ciudad
- La ribera de los ríos Sava y Danubio, lugares de ocio nocturno y restaurantes modernos y de buena cocina.
- Y para los nostálgicos, los restos de la extinta Yugoslavia, con el museo de historia del país y el mausoleo de Tito
No quiero convertir el post en una guía turística de Belgrado, ya hay muchas en otros blogs, sino en contar mis impresiones a partir de lo que ya sabía de Serbia, de su reciente historia y de sus proyectos futuros. Desde luego, todos tenemos en mente que el país es el "culpable" de los crímenes más atroces acaecidos en las guerras de los 90 en Bosnia, Croacia y Kosovo. Aquellos políticos y militares que incitaron a coger las armas contra todo aquél que intentase someter a los serbios (y que algunos fueron juzgados en La Haya por crímenes contra la humanidad, otros murieron allí,como Milosević y otros aún están fugados) desde luego que son responsables, pero no así la población civil. Lo que más me sorprendió en Belgrado fue el contraste entre querer entrar en Europa y quedarse como puente entre Oriente y Occidente, siendo el mayor aliado de Rusia. Y precisamente esto tiene que ver con el bombardeo de 1999. En las guías de la ciudad los itinerarios te muestran los restos de varios edificios que se dejaron sin restaurar para que los visitantes los viesen. Mi opinión es que ese hecho les hirió y mucho. Ninguna ciudad merece ser atacada por una fuerza superior. En este caso, Belgrado se podría equiparar a cualquier capital europea, y no podríamos imaginar que hoy, por un conflicto generado internamente, la OTAN bombardease cualquier capital o ciudad de Europa, aparte de que uno de los edificios bombardeados fue el de la televisión y allí murieron muchos trabajadores que nada tenían que ver con el régimen, es decir, fueron víctimas civiles.
Tuvimos la oportunidad de hablar con un muchacho de unos veintitantos años que nos atendió en un bar y que al decirle que éramos de España se lanzó a hablarnos. En inglés nos comunicó esa idea, nos habló de la guerra y de lo que significó personalmente en su familia (su padre había luchado contra amigos propios) y en el país. Y esa injerencia internacional en algo que nunca entendieron les ha generado mucho rencor. Es por ello tal vez que sigan viviendo muy encerrados en sí mismos y con Rusia como aliado histórico. Y por supuesto, reivindicando su identidad y su orgullo. Y sí, hay nostálgicos de Yugoslavia y de la figura de Tito, pero es más que comprensible. Durante los años que gobernó, a pesar de ser un dictador, toda la población del país gozaba de un bienestar que en muchos casos hoy no tienen. No es que haya un culto permanente a su personalidad, pero sí encuentras tiendas de souvenirs que venden pequeñas figuras de Tito, imanes, fotografías, iconos de Yugoslavia como la estrella roja, etc. Es más, todavía circula por el país el famoso "tren azul" que unía las 6 repúblicas y que tuve la oportunidad de fotografiar en la estación central en un convoy que partía hacia Montenegro.
Pero lo más impactante fue vivir en directo una de las noticias del último año. Cuando llegamos el primer día en una plaza aledaña al hotel vimos que había mucha gente joven con móviles sentada en las aceras y con policía cerca. En un primer momento hasta llegamos a pensar que estaban haciendo botellón o bien "cazando Pokémon". Pues no. Eran refugiados. El caso es que a la luz del día pudimos comprobar que efectivamente había jóvenes de aspecto occidental, pero también mujeres y niños que por su vestimenta y rasgos eran claramente de Oriente. No supimos exactamente por qué estaban "acomodados" en esa plaza, pero al estar cerca de la estación de tren y de la de autobuses, parecía como un lugar de espera ante una nueva etapa de su viaje. Hay que decir que no se les veía en malas condiciones como vemos en televisión. Los niños jugaban entre risas, los jóvenes hasta tenían una cancha donde jugaban al futbol o baloncesto. Había un camión cisterna que les sumistraba agua y los veías lavarse y beber. También una furgoneta de Médicos sin Fronteras que actuaba como dispensario. A primera hora de la mañana alguien repartía unas bolsas con comida y, en definitiva, era un campamento provisional para más o menos un centenar de personas que se movían por las inmediaciones sin causar altercados y, como ya os he dicho, a la espera de algo, quizás un billete de autobús que les acercase a su destino final, seguramente Alemania. La verdad es que a mí se me revolvía algo en mi interior. Nosotros estábamos disfrutando de unas vacaciones con recursos y ellos estaban a pocos pasos con lo fundamental. ¿Qué hacer, cómo actuar? Pues no lo sé porque al estar bajo el control de la policía serbia ni se me planteó acercarme y como veías que estaban atendidos con lo que he descrito, pues poco más se podía hacer. Pero choca, y mucho, ver que están a las puertas de Europa y los gobiernos siguen con los brazos cruzados. En la foto veis el camión cisterna y un grupo de ellos a la derecha en la acera. Al lado del camión había más y detrás de los árboles otro grupo más numeroso.
Después de dos días dejamos Belgrado para iniciar nuestra ruta programada en coche de alquiler por otros tres países más: Bosnia-Herzegovina, Croacia y Eslovenia. Os podéis imaginar que circular por estas tierras con un coche con matrícula serbia podría considerarse una actividad de "alto riesgo". Tuvimos que tomar ciertas precauciones que nos advirtieron ya en la empresa de alquiler y que ya intuíamos. Nuestra idea era cruzar por una frontera que nos habían indicado y que fue una odisea llegar a ella. A pesar de llevar GPS, resultó que en una localidad intermedia había obras en su caso urbano y no podíamos seguir la ruta marcada por la "señora" del GPS, así que se hizo un lío, nos derivó por carreteras locales peores que las que pueda haber en el interior de Galicia, muchas de ellas con baches centenarios y sin arreglar, por aldeas con nombre en cirílico indescifrable, lloviendo... En fin, toda una aventura que hizo que el viaje hasta la frontera durase más de 5 horas, aparte de que una vez que recuperamos la carretera principal, volvimos a desviarnos por obligación ya que había obras de asfaltado en la misma y los trabajadores nos indicaban un rodeo de nada menos que 50 kilómetros entre montañas. Un viaje de poco más de 300 km hasta Sarajevo, siguiente etapa, se convirtió en una excursión impredecible de más de 8 horas, con paradas para beber, descansar un poco y orientarnos o hacer un pis.
El último día del viaje también tuvimos que regresar a Belgrado a dejar el coche y coger el avión de vuelta. Os contaré al final lo que vi. Ahora solo os dejo una foto y las demás, en facebook. Pronto, la segunda etapa: Sarajevo
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