No, no penséis que ya me han echado del país y que me marcho al Bierzo. Pero los que conocéis un poco mi trayectoria profesional sabéis que Ponferrada fue el segundo destino que tuve en mi trabajo, dando Música en el colegio público "Flores del Sil". Fue un año a nivel profesional un poco extraño, pero a nivel personal uno de los más intensos.
Corría el curso 1992-93. Llegué a Ponferrada en plenas fiestas de la Encina, un 8 de septiembre. Los primeros días, como es normal, buscar un piso de alquiler, conocer a nuevos compañeros, establecer de nuevo una vida y un hogar, de soltero todavía. El colegio estaba muy cerca de casa y en cuanto a distancias con respecto a Coruña en tres horas se llegaba (no existía aún la autovía A-6).
Era el primer año que daba Música, desde Ed. Infantil de 3 años a 8º de EGB, 20 horas con grupos numerosos y que empezaban también con la Música como asignatura ese curso. Se hacía lo que se podía porque además no había prácticamente material y había que improvisar mucho. Lo mejor del colegio, y con los años me he dado cuenta que es lo mejor de esta profesión, eran los niños. A mi me gustaba por aquel entonces dar clase en cuross altos, tenía adolescentes en 8º de 15 años con los que llegué a entenderme muy bien. Dos de ellos significaron mucho en mi vida aquellos meses y unos cuantos años después, José Manuel y Juan Carlos. Llegamos a tener una amistad muy fuerte, con muchas confidencias y recuerdo perfectamente el momento de la despedida a final de curso, con mucha emoción y lágrimas de los tres. Ese verano, además, hice el Camino de Santiago desde Borce (Francia) y mi mejor diario fue escribirles postales a los dos contándoles mis aventuras en la ruta. Estamos hablando de un momento en que no existían los móviles y la palabra "internet" era ciencia-ficción.
Uno de mis mejores regalos haciendo el Camino fue la llegada a Ponferrada. Mis dos amigos (que ya no alumnos) estaban allí, esperándome, iban contando los días en el calendario hasta mi llegada. Otra vez las emociones a flote. El padre de José Manuel nos dío a los peregrinos de mi grupo 4 litros de aguardiente casero para hacer una "queimada" al llegar a O Cebreiro. Fue una tarde-noche de las que no se olvidan.
Cuando me casé mis dos amigos vinieron a mi boda. Otro momento para no olvidar. Risas, bromas, abrazos... y la relación continuó con visitas cada vez más distanciadas; pero la vida nos llevó por caminos diferentes y a pesar de los móviles el contacto se perdió hará aproximadamente unos 9 o 10 años.
Pero esa vida que a veces es malévola también te da sorpresas. Si hay algo bueno en la profesión de maestro es pensar que han pasado por tus manos chavales que tienen un buen recuerdo de ti, no tanto por lo que les enseñaste sino por lo que significaste para ellos como persona. Hoy, después de tantos años, José Manuel me ha encontrado gracias a Internet. Ha dejado un comentario en una entrada antigua de este blog y automáticamente me he puesto en contacto con él por teléfono. La conversación ha sido como si nos hubiésemos visto ayer, tan amigos como siempre. Y me emociona, una noticia de estas vale para olvidar los malos momentos, para reafirmarte que lo que haces está bien hecho y que en el corazón de alguien has dejado huella.
Volveremos a vernos, espero que pronto, bien en Holanda, bien en España. De lo que estoy seguro es de que si un amigo lo es verdaderamente, SIEMPRE estará ahí. Bienvenido de nuevo, Jose.
Magico: ¿Verdad? :-))
ResponderEliminarA vida Alfonso é sorprendente sempre, cando menos o esperas reencontras algo, alguén ou calquera cousa que che lembra o teu paso polo mundo, forma parte do decorrer vital... Chámase facerse maior, acumular experiencias e conservar lembranzas. Eu cando me faga maior tamén acumularei todo isto, de momento voume consolando co día a día, agardando o nadal e as súas ceas tan"fantásticas".
ResponderEliminarBICOS
Paz