sábado, 10 de noviembre de 2018

ESCAPADA DE SAHMAÍN

Que no, que nada de Halloween. Que los americanos tienen un marketing espectacular, hay que reconocerlo, y aunque estemos esperando como locos al "Black Friday" en Galicia celebramos Sahmaín, la noche de los muertos. Esta fiesta se recuperó hace pocos años en muchos lugares de Galicia con la similitud de la decoración con calabazas o "calacús". Y este año, siendo 31 de octubre un miércoles, al día siguiente teníamos festivo nacional y el día 2 era un día (nunca mejor dicho) "muerto" a nivel educativo, así que muchos centros, siguiendo la normativa oficial (no nos inventamos los festivos ni los puentes), solicitaron ese día como no lectivo, por lo cual disfrutamos de unas minivacaciones de 4 días que me recordaban a las "heerfstvakantie" de Holanda, la penúltima semana de octubre.

Así que como ya lo sabíamos con cierta antelación, las webs de vuelos, hoteles y reservas se colapsan buscando las mejores ofertas y posibilidades. Pero los responsables de dichas webs saben de estas cosas, los vuelos se ponen por las nubes metafóricamente hablando y solo tocaba moverse por el entorno cercano. Y como alguien que conozco no conocía un sitio que yo visité hace muchos años, pues me sentí un poco "guía" y para allá nos fuimos. En unas 4 horas y media desde A Coruña en coche se llega a una de las ciudades más monumentales de España: SALAMANCA.

A pesar del frío y de que llevamos un otoño bastante atípico en el que ya ha nevado en Galicia y estos días estamos con un tren de borrascas que hace años no padecemos, allá que al salir los niños del colegio a las 2 de la tarde nos pusimos en camino después de una comida rápida y no muy copiosa. Visitar una ciudad como Salamanca siempre es un lujo: de día, de noche, en primavera u otoño. El ambiente estudiantil, el arte, la historia, la cultura, la gastronomía... son un marco incomparable para muchas historias. Y echando cuentas hacía más de 15 años que no recalaba por allí. 

Plaza Mayor, Universidad, Catedral con una edición más del proyecto de exposición "Las Edades del Hombre", Casa de las Conchas, Río Tormes, Lazarillo, Celestina... Un casco antiguo muy bien conservado. Buen ambiente, una temperatura fría pero soportable, platos típicos y por supuesto, buena compañía. Nada más que añadir. O sí.


4 días para una ciudad mediana es mucho tiempo. Así que la ruta continuó destino a Portugal. Existe una frontera por la que incluso pasa el tren que comunicaba el centro - norte de Portugal con España y constituía la salida de muchos emigrantes portugueses hacia Europa. Esa frontera está en la localidad salmantina de Fuentes de Oñoro y en su vecina portuguesa de Vilar Formoso. Pero 20 km. antes de esas dos poblaciones se encuentra la segunda ciudad de la provincia de Salamanca, sede de diócesis y todo un descubrimiento: Ciudad Rodrigo. 

Se trata de una villa completamente fortificada, con muchas mansiones señoriales y una catedral en la que disfrutamos de una visita guiada gratuita y donde pudimos contemplar una joya para mí desconocida y que nos impresionó. Se trata del Pórtico del Perdón, un conjunto escultórico románico de una hechura similar al Pórtico de la Gloria o al del Paraíso, más pequeño pero con una precisión en las figuras y una idea iconográfica única. Además, dado que fue restaurado, la Junta de Castilla y León creó sobre él un espectáculo de luz y sonido de 6 minutos que solo por eso merece la pena acercarse a esta ciudad y admirarlo. En Ciudad Rodrigo comimos para luego continuar en pocos kilómetros el viaje a Portugal y dormir en nuestro próximo destino: Aveiro


Portugal es hoy un país avanzado, muy europeo y con el que Galicia tiene una relación estrecha lógicamente a causa del idioma. Ir a Portugal es para un gallego como estar en casa. Es curioso que el mismo año que volví a Lisboa con motivo de Eurovisión en mayo, coincida con la visita a otra ciudad portuguesa por primera vez y que desde hace unos años está teniendo un auge espectacular. Aveiro es conocida como "la Venecia portuguesa" por los canales que recorren sus calles y que conforman parte de su ría, en la cual desde tiempos romanos se explotaron salinas. Hoy han aprovechado ese potencial y son sus atractivos turísticos: el paseo en barco tradicional (moliceiros) por los canales y la visita guiada a las salinas. Hicimos las dos actividades, esta última en portugués y fue una explicación precisa, maravillosa, entendible sin problemas y muy instructiva.

Por si fuera poco, Aveiro tiene en su entorno dos lugares privilegiados de cara al mar: Costa Nova y la Reserva Natural de las Dunas de San Jacinto, a la cual hay que acceder en un transbordador que permite subir el coche. Pues allá nos fuimos y ver toda aquella extensión de arena y el mar, solos en la playa, fue un momento muy especial. Por cuestiones de hora no pudimos disfrutar mucho de la tarde, ya que al ser una hora menos en nuestro país vecino y ya haberse producido el cuestionado cambio de horario de invierno, la noche empezaba a notarse a partir de las 17:30 h. Así que entre el turismo y la gastronomía portuguesa pasamos los otros dos días, para regresar a Coruña con lluvia durante todo el trayecto. A pesar de todo, Portugal NUNCA defrauda.

Algunos os estaréis preguntando por qué hablo en plural: "pudimos, fuimos, visitamos...". Sí, fuimos dos... y me da que no será el último viaje que hagamos juntos. Sencillamente, la vida sigue y los sentimientos vuelven a significar algo, muy bonito. Una nueva etapa. ;)


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