Es
difícil afrontar un discurso de despedida en un momento como este.
No porque la situación sea negativa, que no lo es, mas bien al
contrario, sino porque un acto de graduación implica el fin de una
etapa en la vida de los graduandos y, como no, de aquellos y aquellas
que hemos tenido el honor de intervenir en su educación escolar.
Algunos
y algunas de vosotros a lo mejor pensáis que, como maestros y
maestras, estamos deseando que se vayan y que “aguanten” de ellos
y ellas en el instituto. Nada más lejos de la realidad. De una forma
u otra nosotros y nosotras también hacemos balance no solo del curso
que termina sino también de todo el proceso educativo a lo largo de
9 años de esta promoción 2007-2016.
A
nivel individual yo solo he aportado mi granito de arena en dos
cursos. Cuando allá por septiembre de 2014, hace nada, llegué a
este centro y me hice cargo como tutor de la clase de 5º, no podía
imaginar las vivencias y emociones que iba a tener con los 11 chicos
y 16 chicas (hoy quedan 9 chicos y las 16 chicas) que formaron parte
del grupo en estos dos cursos. Una clase que formó un pequeño
microcosmos en un espacio de aproximadamente 60 m2 (medidos de verdad
con una cinta métrica en clase de Matemáticas) y, como todos los
grupos, con sus peculiaridades. Algunas de las personas integrantes
de este microcosmos llevaban juntas los 9 cursos, otras fueron
entrando y saliendo porque sus vidas cambiaban y con sus vidas se
llevaban sus mochilas llenas de experiencias de esta etapa infantil y
pre-adolescente que tanto les marcará para el resto de sus días,
aunque ahora no se den cuenta de ello.
No
sé si estos dos cursos valen para resumir los 9 que estuvieron aquí
la mayoría, pero creo que en esta “tribu” de la que me hice
cargo algo prendió dentro. No son los mismos que en septiembre de
2014, desde mi particular punto de vista son
mejores. Pero esto no se debe a mí, ni mucho menos,
sino a todo el proceso anterior y, por supuesto, a vosotros y
vosotras, a sus familias que hoy nos acompañáis. Cuando un maestro
o maestra se hace cargo de un grupo, a las pocas semanas ya empieza a
vislumbrar qué hay detrás de esas preguntas curiosas (algunas muy
sesudas, por cierto), de esos cuadernos tan bien presentados (o menos
bien), de esas actitudes que exhiben en el citado microcosmos del
aula, en la relación diaria con los compañeros y compañeras y con
nosotros. Y hay que decir que se veía buena madera.
Pasaban
las semanas y sé que en algunas ocasiones a esta “tribu” les
sorprendía su “profe”. Un día porque ponía voces en las
lecturas para caracterizar a los diferentes personajes, otro día
porque hablaba de tal lugar que había visitado y nos enseñaba una
foto que lo demostraba, otro más porque nos saludaba por las mañanas
en una lengua impronunciable y otro más aún porque, si había un
conflicto entre ellos, el mundo se paraba y hasta que se resolviese
no volvía a girar. Y vosotros, padres y madres, teníais noticia de
todo esto porque llegaban a casa y os lo contaban y posteriormente me
lo comentábais en las tutorías de los lunes.
Llegados
a este punto (y como expresó hace pocos días uno de ellos, siendo
yo “un hombre educado y hecho y derecho”) creo que es de recibo
AGRADECER. A vosotros, padres y madres, por todo lo que ya habíais
trabajado de una manera consciente (o no) con vuestros hijos e hijas
para que esa curiosidad ávida por aprender no se perdiera; a
vosotros, chicos y chicas, porque estoy más que convencido de que salís de aquí llevando unas experiencias que no
todos los alumnos de otros colegios tienen, aunque sean más amplios,
más bonitos o con más presupuesto. Experiencias que os han hecho
más críticos, reflexivos, solidarios, curiosos, emprendedores,
tolerantes, trabajadores, humildes, positivos... ante una vida que
cada vez los adultos os la ponemos más difícil, pero a la que estoy
convencido os enfrentaréis con unas estrategias encaminadas hacia el
éxito personal.
Y
todo esto, insisto, no es gracias a los dos últimos cursos, sino a
todo el proceso de 9 años y a la filosofía que está en el
fundamento de la educación y más en concreto, de la EDUCACIÓN
PÚBLICA de la que todos y todas formamos parte y que vuestras
familias escogieron para que llegáseis a donde estamos ahora: a
pocas semanas de empezar otra etapa educativa en el instituto, más
dura en cuanto a contenidos se refiere, pero no menos apasionante que
la que habéis vivido aquí. Gracias a la labor de los profesionales
de esa educación pública que tanto esfuerzo hacemos para enseñaros
la realidad como es, con sus maravillas y sus frustraciones; al apoyo
constante de vuestras familias que son los que de verdad estarán
siempre a vuestro lado; y sobre todo, a vosotros mismos que con
vuestro esfuerzo y todas esas actitudes que os cité antes, podréis
alcanzar lo que os propongais. A pesar de exámenes, trabajos o
reválidas absurdas, recordad que vosotros estáis por encima de todo
eso y que solamente vuestra actitud ante las circunstancias de la
vida, que no siempre serán de color de rosa, (¿verdad, Sara?), será
la que os haga llegar a ser ciudadanos y ciudadanas ejemplares.
Aquí,
en el “Anxo da Garda”, ya hemos plantado las semillas, seguro que
las veremos florecer e ir creciendo y esperamos que nos lo contéis.
No olvidéis nunca que esos ciudadanos y ciudadanas que seréis en el
futuro provienen, en cierta medida, de estas paredes y de todo lo que
os hemos aportado este grupo de maestros y maestras y personal no
docente durante estos 9 cursos. Por supuesto, siempre seréis bien
recibidos y recibidas aquí y personalmente os digo que yo nunca os
olvidaré y no dejaré de agradeceros lo que me habéis aportado y
enseñado en estos meses. Hasta siempre.
Este fue el discurso que pronuncié ayer en la ceremonia de despedida de mis alumnos de 6º de Primaria. Ni que decir tiene que los ojos se nos humedecieron a todos y que la voz se entrecortó varias veces. Pero no dejaré nunca de defender que en la educación (y más en la EDUCACIÓN PÚBLICA) no se puede entender al proceso de enseñanza-aprendizaje sin la emoción. Es lo que satisface plenamente a todos aquellos y todas aquellas que nos dedicamos al ilustre arte de enseñar... y no nos arrepentimos.
Fíjate que yo tengo una teoría (que comparten más personas): la crisis nos ha hecho más conscientes de la importancia de nuestro entorno y de las cosas no tangibles de nuestra vida.
ResponderEliminarDurante los años de bonanza, el personal estaba obsesionado con casas y coches nuevos, todo giraba alrededor de una prosperidad material...
La crisis ha tenido consecuencias curiosas: el número de divorcios (siento mentar la soga en casa del ahorcado) ha caído en picado y, curiosamente, las actividades de ocio no basadas en consumo se han disparado (el personal ha descubierto el campo y los parques con sus hijos).
Desafortunadamente, en nuestro país, no entendemos bien el valor de las joyas de la corona: la sanidad y la educación.
La primera, afortunadamente, tiene un límite donde la gente, con ejemplos como los de Madrid, el personal ha enseñado los dientes.
La segunda, desafortunadamente, es algo donde los efectos no se ven en una generación, de ahí que su planteamiento, sobre todo en un país donde se desprecia la cultura (nuestro Primer Ministro es un señor cuya única actividad cultural conocida es leer el MARCA, que ya es triste), lleva a manejarla según da el viento.
Miro los sistemas educativos de otros países, con sus virtudes y defectos, y detecto algo en todos ellos: las escuelas instruyen, los padres educan y ambas partes se comunican por el bien de los chavales.
Allí abajo, tengo la impresión, el personal "aparca" a los hijos en el colegio, esperando que les ofrezcas los valores cívicos que, en la casa, o no están, o no se esperan.
Por eso, al final, los maestros sois pequeños héroes, cuya labor hay que alabar y apoyar: a ver si el personal aprende.
Un abrazo,
Paquito.