domingo, 26 de julio de 2015

PRIMERA COMUNIÓN

¡Dónde va aquel día que esperábamos en torno a los 8 años en el cual veríamos cumplidas todas nuestras expectativas consumistas! Es curioso, pero recuerdo que yo hice mi Primera Comunión un 25 de mayo, jueves de Corpus Christi, en la capilla de mi colegio (uno de curas, evidentemente). Recuerdo que eran comuniones colectivas y que tocaban en 3º de EGB. Como había tres grupos, el grupo A la hacía el domingo 21, el B el jueves 25 (era festivo) y el C el domingo 28. Durante todo el año preparación de catecismo con el Padre Cano (imagino que ya no estará en este mundo) y todos vestidos iguales. Nos pusieron una cruz muy simple de madera al cuello (nada de joyas estilo "choni" y "cani", como dice mi hijo) y una vestimenta muy simple también, yo no fui de "marinerito", sino con un pantalón azul, un polo subido de cuello vuelto y una americana también azul. Aún está en casa de mis padres puesta en el mueble del salón una de esas fotos. 

Si lo analizo con perspectiva fue una celebración muy austera. Luego se hizo la comida de rigor con los invitados en un restaurante al lado de casa, y recuerdo que asumir aquellos gastos no era algo fácil. Los regalos, sencillos. También recuerdo que recibí de mi tía Anita el Diccionario Enciclopédico Larousse, un tomo que viene dividido en dos partes y al que le saqué mucho partido; el clásico reloj de pulsera, algún juego - juguete de algún amigo y sanseacabó. En los años posteriores y por asistir a clase en un colegio religioso, seguí un poco el tema de confesión - comunión, llegué a hacer la confirmación y me casé por la iglesia, pero lo de comulgar creo que terminó ahí, en el día de mi boda.

Todo esto viene a que ayer tuvimos una Primera Comunión. Fue una celebración familiar, sin grandes fastos, pero el hecho de que tanto la ceremonia como el convite se hizo con otras familias, te da pie a comparar y a reflexionar de adónde se llega con estas historias.

Nuestra comunión fue normal, tal y como debe ser para una niña de 9 años en lo que supone su primer gran día social del cual se entera (evidentemente, descarto el bautizo). Invitados, la familia y unas pocas amigas, no llegábamos a 30 personas. Una celebración sobria, una reunión familiar y todo muy sencillo y discreto, como debe ser. En la iglesia celebraban la comunión 12 niños y niñas más y ahí ya empiezas a ver que lo menos importante es el niño o niña. En algunos casos tanto los padres como los invitados se visten como para una boda, con unos trajes que mejor era que los dejaran en el armario. Zapatos con tacones que provocan en las mujeres un caminar robótico, alturas vertiginosas que no llego a entender qué función tienen en celebraciones de este tipo. La ceremonia había momentos en que parecía un auténtico mercadillo por los murmullos de los invitados, más pendientes de su niño/niña que de lo que el sacerdote decía, por cierto, fue en la iglesia del barrio de mis padres y con nuestro cura, una persona humilde, que lleva años con nosotros y que siempre se preocupó de sus vecinos, todo sea dicho, por lo que también se ha ganado el cariño de mucha gente y es una persona a la que siempre aprecié. El cura tenía todo bien organizado para que los niños fuesen los protagonistas de esa ceremonia y con detalles sencillos hizo que participasen plenamente de la misa. Pero el "efecto mercadillo" de las familias, que en algunos casos rayaba la mala educación, hizo que en algunos momentos quedase la ceremonia deslucida.

Terminada la celebración, sesión de fotos, por número riguroso de sorteo previo, con un fotógrafo común. Se prolonga la estancia en la iglesia más de una hora y algunas familias ves que no tienen mesura, que el niño/niña en cuestión tiene que salir con la abuela, con la madrina, con los amigos, con la prima, con la que vino de no sé donde, sola con su mamá, con la familia de mamá, con la familia de papá... en fin, una parafernalia prescindible.

Salvado el primer tramo de la celebración, llega el segundo: banquete. En algunos casos con más invitados que una boda, con una decoración que raya también lo antiestético porque en un día como ese para algunos lo que importa no es que su hijo lo tenga todo, sino que los demás vean que tu hijo tenga todo y que tú puedes pagarlo. Además, tampoco creo que sea necesario empoderar tanto al niño, hacerlo el centro del universo, porque acaban convirtiéndose en unos príncipes ficticios pero con poder absoluto. Hace pocos años, cuando mi hijo Martín acudió a comuniones de amigos, en una había 80 invitados y el muchacho que lo invitó lo trató con un desprecio que llegó a decirme a mi y a mi mujer en aquel entonces "yo no lo invité, me da igual que esté aquí, fue cosa de mis padres y a mi no me importa porque no es mi amigo". Recuerdo la cara de pena y frustración de mi hijo y cuando oí al mocoso aquel decirme eso, me entraron ganas de decirle 4 cosas bien dichas (por no decir "una buena o**** a tiempo arregla muchas cosas", con lo cual recibiría la religiosa y la de verdad en el mismo día), así que lo cogimos, lo sacamos de allí y nos vinimos a casa hablando en el coche con él y haciéndole comprender que la relación con el muchacho se terminaba ahí.

Volviendo entonces al banquete en cuestión, la gente no tiene medida. No sólo por la comida, hecha para deleite de los mayores porque los niños con unas croquetas, tortilla y calamares ya iban listos, sino por el tema regalos, que hay que exponer allí como si fuese la coronación de un rey. Joyas de todo tipo que no pondrá el niño o niña en su vida, a no ser que se pase al mundo "choni" o las revenda para comprar ropa de moda o piezas para tunear su coche; regalos tecnológicos que en algunos casos superan varios cientos de euros; en algunos casos a continuación se marchan de viaje con sus papás a Eurodisney o lugares similares "porque la felicidad de mi hija/hijo es lo más importante"... Ojiplático me quedo. Y lo peor, en el momento de los cafés empieza la música, al más puro estilo reggaeton, con unas letras de lo más adecuado para un día como ese ("esta noche te doy serrucho porque soy carpintero" se oía ayer por todo el salón de la celebración) y los mayores haciendo conga, bailando al más puro estilo verbenero. Mientras, los niños en otra estancia, saltando en hinchables exteriores pero ajenos totalmente a toda la celebración de sus padres y familiares. Conclusión: de llorar; negocio para el establecimiento hostelero que tenía como 9 ó 10 comuniones y que tenías que dejarlo a las 8 de la tarde para prepararlo para bodas posteriores; un ego subido a los homenajeados que durará unos cuantos días para pesar de sus padres, gasto, gasto y más gasto. Pero el hecho religioso, al final, lo que menos cuenta. Es una convención social de poderío, de demostrar que "yo puedo hacer esto y mucho más por mi hijo, mira qué buen padre/madre soy".

Yo bauticé a mis hijos. Algunos me critican que no les haga la Primera Comunión. No van a clases de  religión y tienen asumido que el tema este es un auténtico rollo. Ojo, sí les hablo con respeto de todo lo que significa la cultura religiosa de nuestra sociedad (y de otras sociedades también) pero no la entienden. En el futuro ellos decidirán si quieren profesar una fé o no, si quieren cambiar de religión o no tener ninguna. Tal y como veo la sociedad, me da que la gran parte de ell@s acabarán casándose por lo civil o no casándose y conviviendo con sus parejas, lo cual para poco les ha valido esa "profesión de fé" a los 8-9 años que significa la Primera Comunión.

Aspiro a vivir en una sociedad laica, con el máximo respeto a las creencias de cada uno, pero como opción personal y no impuesta por ningún poder fáctico ni convención social. Eso sí, la desbandada que se produce en los colegios de la asignatura de Religión Católica a las de Valores Cívicos y Sociales una vez los niños han hecho la Primera Comunión es enorme. Parece ser que si nuestros pequeños no escogen la asignatura de religión en los primeros años de Primaria, la Iglesia no les deja hacer la Comunión, así que quien hace la ley hace la trampa y una vez logrado el objetivo, adiós muy buenas.  Si es que al final lo importante para la familia no es que su niño/niña haga la Comunión, sino que vean que sus papás tienen "poderío" económico. Si ayer nos vieran ciudadanos de algún país europeo, simplemente estarían tan ojipláticos como yo porque hubo detalles dignos de salir en un reportaje de "Callejeros", pero bueno, será que tendremos que ir evolucionando más. 


1 comentario:

  1. Vamos: que lo que debería ser un trámite de corte religioso-espiritual se ha convertido en un evento social donde los adultos quieren vivir los sueños de los niños...

    Aderécese con consumismo a kilos, y aquí tiene a la anterior y actual generación atontolinados por la tele...

    Maravilloso todo...

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