Llevamos casi una semana pendientes de París, de Bruselas y en definitiva de cualquier gran urbe europea debido a la amenaza terrorista del Estado Islámico, ISIS o DAESH o como se quieran llamar. Hay una tensión similar a la vivida en Madrid en 2004 cuando los trenes explotaron matando a casi 200 personas. Se ha hablado del tema en los colegios, en cafeterías, en tertulias, en familia. Nos estamos acostumbrando a terminología como "yihad" o similares y toda la escenografía de estos individuos es salvaje, tétrica, atroz e incomprensible.
Francia está en estado de guerra, ha cerrado fronteras e intensificado los controles de entrada en el país y extremado la seguridad. Se han suspendido partidos de fútbol en Bruselas y Hannover y se viven situaciones de película de cine, con la triste característica de que es real. Las redes sociales arden en opiniones y comentarios, políticos, famosos y ciertos "pícaros" (que siempre surgen en situaciones así) se ponen a comentar la situación cuando mi impresión es que estamos ante un fenómeno que no podemos controlar y del que poco sabemos aún. Hemos visto cómo estos fanáticos degollaban periodistas sin ningún tipo de arrepentimiento, fusilaban niños, despeñaban homosexuales destruían obras artísticas y, en definitiva, sometían brutalmente a su población. Ahora el terror está a la puerta de casa y crece la sensación de inseguridad en todo el Mundo.
Pero el dilema ético también ha surgido precisamente por la localización del último atentado en París. Acciones similares a las del viernes en la capital francesa han ocurrido en Kenia, Iraq, Túnez, Turquía y más recientemente con la explosión de un avión de pasajeros ruso en el Sinaí. Los medios se han hecho eco de estas acciones pero no con la intensidad de París ni han tenido la misma reacción. ¿Importan menos unas víctimas que otras?
Y lo peor de todo es que si te posicionas criticando la hipocresía de Occidente con estas otras víctimas, hay gente que te cuestiona tu decisión, sospechando incluso que los atentados de París de importan poco. Nada más lejos de la realidad. Todos hemos llorado ante determinadas imágenes, igual que hicimos cuando ocurrió en Madrid, Londres o Nueva York, pero no nos podemos olvidar del resto de víctimas en países africanos o asiáticos. Ver en Youtube cómo fusilan a 200 niños sin piedad o las imágenes de cuerpos destrozados tras los bombardeos en Siria, de uno y otro bando, nos hace sentir lo reprobables que somos: personas matando a personas, destrozando familias y pueblos enteros. Es atroz.
No sabremos qué ocurrirá en los próximos días. Hay expertos que nos hablan de estar encaminados a una III Guerra Mundial, a un nuevo orden mundial. Lo que está claro es que de nuevo estamos ante una guerra originada por un dogma religioso, en este caso el Islam. Pero lo terrible es demonizar a sus creyentes, pensar que todos los musulmanes son terroristas en potencia; no podemos entender el mundo sin tener en cuenta a más de 1000 millones de creyentes de esta religión y, si no recuerdo mal, 22 países donde se profesa oficialmente. Hoy existen comunidades musulmanas en todos los continentes y tienen mucho que aportar. Mientras, ¿qué actitud tomar ante las atrocidades de los terroristas de ISIS? Creo que el asunto es más profundo como para opinar en una red social sin caer en comentarios xenófobos. Lo que sí tengo claro es que a mí me duelen todas las víctimas, es verdad que París está a 1500 km de nosotros, que somos culturalmente más parecidos y que ver a 70000 personas cantando en un estadio inglés "La Marsellesa" (insisto, estadio INGLÉS) es la muestra más clara de que Europa está unida ante este horror, haya pasado ahora en París como si hubiera sido en Copenhague, Barcelona o Viena, pero en Oriente Próximo se está matando a niños o, en otra acción desesperada, se lanzan en balsas al Mediterráneo y aparecen ahogados en las playas griegas o zancadilleados en Hungría. Difícil momento estamos pasando.
España también está en alerta. En un mes son las elecciones y ya vivimos en 2004 el terror a tres días de otra convocatoria electoral. No podríamos soportar emocionalmente algo similar a lo ocurrido por entonces o ahora en París. Pero la vida sigue, si cabe con más miedo o tensión y generando sospechas sobre el diferente. ¡Cómo se puede hundir en unos segundos todo un trabajo previo de interculturalidad por culpa de unos fanáticos! Solo nos queda confiar en el buen hacer de nuestros diplomáticos porque de los políticos poco podemos esperar, pero tendrán que estar a la altura, pero mientras, por si sirve de algo... NO A LA GUERRA
(y Turquía, Kenia, Túnez, Sudán del Sur, Afganistán...)
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