domingo, 5 de agosto de 2012

LOS 10 MANDAMIENTOS DEL TRABAJADOR

El PRIMERO, España perdida y sin dinero.

El SEGUNDO, revolución por todo el Mundo.

El TERCERO, no hay palabra de pobre ni de caballero.

El CUARTO, cada uno predica para su saco.

El QUINTO, el Gobierno aprieta el cinto.

El SEXTO, todo es de ellos y nada es nuestro.

El SIETE, la contribución aprieta.

El OCHO, tanto aprieta que al pobre le hacen vender el "cocho".

El NOVENO, nadie quiere para bien la mujer del ajeno.

Y el DIEZ, de cualquier ladrón hacen un juez.

Estos 10 mandamientos se encierran en dos:

- Acabar con España
- y no amar a Dios.

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Es increíble que mi abuela Cándida, hace ya más de 30 años, recitaba estos "mandamientos" que había aprendido en sus años mozos, si viviese hoy tendría 101 años, así que imaginad que pueden estar creados hace 80 ó 90. Lo interesante del caso es que su actualidad es más que evidente y, fuera del sarcasmo y humor que encierran, lingüísticamente me parecen espectaculares, sobre todo lo del "siete, la contribución aprieta", supongo que para que el oyente no perdiese su atención con el rítmico rimar. Ahí quedan, para uso, disfrute y difusión de los mismos.



1 comentario:

  1. Tendemos a olvidar que hemos sido, en los últimos 200 años, un pueblo pobre y cazurro como pocos (somos los descendientes de aquellos que gritaban "¡Vivan las caenas!").

    Tendemos a olvidar que las cosas suceden porque alguien las intenta hacer y alguien las permite hacer...

    ¿Qué las cosas se podrían solucionar de otra forma? Sin duda... ¿Cómo? No lo sé: tengo mis propios planteamientos, pero supongo que carezco de los elementos de juicio que permiten a otros tomar esas decisiones...

    Quejarse constantemente de lo que sucede es lógico: pero quejarse sin aceptar que parte del problema somos nosotros mismos, es un grito sordo al fondo de un pozo: el eco lo hará sonar más fuerte, pero al final nos vuelve a nosotros.

    Supongo que la gente que toma esas decisiones no las toma por gusto (o eso deseo al menos): entiendo que se podrían tomar otras o, ya digo, hacerlo diferente...

    Pero un día el tono catastrofista acabará: habrá un momento en el que alguien se mire al espejo y se pregunte en qué medida su acción y, sobre todo, su inacción (porque todo el mundo miraba hacia otro lado mientras éramos "el milagro económico" sin cuestionar de dónde venía esa súbita riqueza)...

    No sé: carezco de los necesarios elementos de juicio para establecer una opinión coherente... Seguro que me equivocaría porque, en última instancia, lo que yo sé, en cierto sentido, es sólo parte de una verdad que, a su vez, se ve tamizada por mis circunstancias :-))

    Me encanta volver a leerte :-))

    Paquito.

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