jueves, 21 de febrero de 2019

PRIMAVERA ELECTORAL

Pues nada, que volveremos a tener un período amplio de elecciones. Después de la disolución de las Cortes tendremos en abril elecciones generales en España y después en mayo europeas, locales y en 13 comunidades autónomas, elecciones autonómicas. Y votar nunca debería cansar o hartar a la población, pero a veces oyes comentarios en la calle que te causan cierto abatimiento. Mucha gente no ve el valor de votar en estos tiempos, básicamente por el fin del bipartidismo y por tener muchos partidos políticos donde elegir, aunque se concentren los votos en unos pocos.

Pero básicamente lo que se nota en la calle es que la gente quiere hechos inmediatos. Que no soportan esperar a que legislativamente se aprueben medidas en el Parlamento, con sus trámites y sus alegaciones. Y esto me parece muy peligroso porque es lo que hace surgir los populismos. Aparecen falsos profetas con caretas de políticos diciendo que en poco tiempo van a acabar con los problemas que tiene un país.

No quiero hablar de partidos políticos. Además, los que me leen ya saben de mi preferencia política y puedo entender que aburra. Y no quiero convertir el blog en un blog político. Pero la actualidad está ahí y el 28 de abril, día de las elecciones generales, España se juega mucho. Básicamente, se juega entrar de lleno en el s. XXI y no retroceder décadas y yo espero que de esto se den cuenta las ciudadanas y los ciudadanos que tenemos derecho a votar. Además, serán las primeras elecciones donde votarán personas nacidas ya en este siglo, entre ellas mi hijo mayor, y básicamente hay que pensar en ellos. Y yo me desanimo porque oyes a gente de 70 u 80 años (por suerte no a todos) hablar con frases del tipo "no sirve para nada", "hay que IMPONER mano dura", "España no puede hundirse", "todos son iguales"... Y no, no lo son, pero eso lo tiene que ver cada uno y cada una.

Y nos esperan semanas de campañas electorales. Hasta que acabe el curso y empiece el verano estaremos inmersos en muchos vaivenes políticos. Y pocas personas se aventuran a augurar resultados. Lo más triste es que los radicalismos extremos irrumpen ya en España, copiados de un modo burdo y simplón de la misma ola que recorre Europa, y también es triste que haya gente igual de simple intelectualmente que cree esas proclamas que en la mayor parte de los casos recortan derechos, libertades e imponen una única visión del mundo. Y no. La España del s. XXI es una España diversa, abierta, tolerante, multicultural, FELIZ... y se acercan unas nubes que pueden volverla muy gris. 

Y personalmente, como militante de un partido político, a veces siento vergüenza cuando veo a nuestros representantes en el Parlamento utilizar el insulto y la descalificación del contrario como instrumento de captación de votos. He aprendido no ya como militante sino como persona, a no despreciar ni a humillar. Es verdad que en la arena política se puede atacar con argumentos, pero es que la dialéctica política se ha convertido en una sarta de mentiras que a mí personalmente me ofenden. No quiero entrar en este juego de descalificaciones, tengo mi visión de las cosas y mi opinión sobre esos líderes políticos. Por supuesto, defiendo mi postura muchas veces con vehemencia, sabe alguien bien cómo me expreso..., pero ni de lejos me gustaría insultar a un rival, como tampoco me gustaría que me insultaran a mí, y lo cierto es que las formas se están perdiendo y los actos pueden pasar a ser más graves cuando determinadas fuerzas políticas arengan a hacerlo. 

He notado odio, entre amigos, entre vecinos, entre compañeros... Y los españoles estamos muy por encima de todo eso, fomentado desde la clase política. Oír que a una mujer que se presenta a una alcaldía le llaman "piojosa" por su opción política, comentarios denigrantes también hacia las mujeres que rezuman un machismo asqueroso, seguir insultando a gente que tiene una orientación sexual no heterosexual, etc., me parece que nos hace retroceder como sociedad varias décadas. Hemos avanzado mucho, pero tenemos que seguir haciéndolo no ya por nosotros, sino por los jóvenes del s. XXI, que nos tienen como modelos y tenemos que ser ejemplo a seguir. Ojalá decidamos bien y no nos lo echen en cara cuando pasen 20 o 30 años, es su futuro.



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