Se ha muerto Rita Barberá. Así, de repente. Ha sido la muerte más mediática del año en España. Y se ha desatado de nuevo la crispación política. La noticia llegaba ayer a primera hora de la mañana. Un infarto fulminante. Además, el hecho de haber ocurrido en un hotel justo enfrente del Congreso de los Diputados le da más "miga" al asunto. Se muere como haciendo el macabro juego de hacerlo delante de su lugar de trabajo (bueno, más bien cerca porque el Senado no está pegado al Congreso), pero sí donde las cámaras de televisión la habían grabado hacía pocos días completamente abandonada por sus antiguos compañeros de partido. Las últimas 48 horas en España han sido un monográfico sobre este suceso y todo lo que le rodeaba referido a la corrupción y al juicio al que estaba sometida la difunta ex-alcaldesa de Valencia.
Todos, absolutamente todos los españoles juzgamos a Rita Barberá por todo lo que fuimos sabiendo de la trama de corrupción en el Ayuntamiento de Valencia durante sus años de alcaldesa y que os conté aquí hace un par de meses. La cuestión es que ahora el argumento que más parece avalar la causa del infarto es la presión mediática en los últimos años sobre su figura y sus acciones como alcaldesa y por la que esta misma semana la vimos ir a declarar a los juzgados entrando entre una nube de periodistas y gritos de "corruuuuuptaaaa".
Yo no voy a extenderme mucho porque ya conté en el enlace que os puse antes lo que opinaba de su acción política. Para mí, tener un colegio en barracones prefabricados y entrándoles el agua aún esta misma semana a pocos metros de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, ya me hacen tener clara mi opinión sobre lo que debe ser prioritario y lo que no. Eso, sumado al famoso tema del blanqueo de dinero (los famosos 1000 euros del "pitufeo") que muchos ciudadanos hicieron ingresándolo en las cuentas del Partido Popular valenciano y recibiendo luego dos billetes de 500 euros, me parece más que suficiente para sonrojarse y no alardear de buena gestión.
Pero ayer todo explotó. A los pocos minutos de morir, los grupos políticos del Congreso de los Diputados acuerdan guardar un minuto de silencio en su memoria. Podemos se va del Congreso en lo que ha sido una muestra más de chabacanería y mal gusto, buscando justificaciones sin sentido a esa acción, criticada por todos, incluído los periodistas. El señor Pablo Iglesias trata de justificar lo injustificable alegando que no se puede hacer un homenaje político al símbolo de la corrupción en la sede del Parlamento cuando simplemente se trataba de un recuerdo a una persona que, nos gustase o no, era senadora, es decir, trabajaba allí. Paradójicamente, el grupo de Podemos en el Senado SÍ guarda el minuto de silencio, igual que representantes políticos de partidos tan radicales como Esquerra Republicana de Catalunya. Evidentemente, creo que ante la muerte de un ser humano hay que dejar de lado las rivalidades, políticas o personales, y mostrar un mínimo de respeto al dolor de sus familiares y amigos, algunos de los cuales estaban, por supuesto, entre los parlamentarios del Partido Popular allí presentes, entre ellos el Presidente del Gobierno Mariano Rajoy.
Durante las 4 horas de los programas de tertulia de la mañana de ayer y en las redes sociales, la acción de Podemos fue la más comentada, llegando a la conclusión de que se volvió a hablar de ellos por el circo que montan y que probablemente les causara un penalización electoral. El caso es que sus seguidores llegaron a postear comentarios que rayaban con el delito respecto a la muerte de Barberá, cosas tales como "que la quemen para que caliente a familias que sufren la pobreza energética". En fin, sin comentarios.
A continuación, las manifestaciones de pesar delante de su casa en Valencia, en el Ayuntamiento de la ciudad y en las Cortes valencianas. Como instituciones veo lógicas esas acciones, lo que ya no comprendo tanto es la reacción de la gente por una persona que, efectivamente, no se puede decir que haya sido transparente en su acción política. Nunca sabremos qué habría sentenciado el juez ante las acusaciones a las que se enfrentaba, pero desde luego todo hacía presagiar algo bastante oscuro referente al dinero público. Y ahí es donde de nuevo corroboro mi pensamiento de que en España gobiernan los políticos que son como la inmensa mayoría de nosotros: gente que no se plantea éticamente que lo que hacen no se debe hacer. Y por más que se les demuestra, lo siguen negando.
También asistimos a la visceralidad latina de muchos diputados y diputadas populares. A los pocos minutos de conocerse la noticia, muchas figuras importantes del Partido Popular empezaron a culpar a la prensa y a los canales de televisión del linchamiento al que había sido sometida la ex-alcaldesa en los últimos años y que lo ponían como origen del infarto que le causó el fallecimiento. Y aquí es donde uno no puede callarse porque es evidente que siguen sin ver la realidad del país en el que vivimos y que su mensaje cala en mucha gente. Desde el indignante comentario en directo de Celia Villalobos diciendo que "entre todos vosotros la habéis matado" hasta declaraciones de que fue "tirada a las hienas" hechas por el portavoz popular Miguel Hernando, se puede uno hacer un mapa de lo que ha significado todo este proceso. El problema es que esta gente realmente piensa así, que los medios sólo tienen que informar de lo positivo, lo bonito y lo bien que lo hacen los suyos, pero cuando hacen lo contrario son malos y buscan hacer daño. Lógicamente, si los medios descubren ilegalidades en otros partidos, como ocurrió en el PSOE de Andalucía con sus ex-presidentes o el caso reciente (que no por ser legal podemos decir que sea ético), de la venta del piso de protección oficial del senador de Podemos Ramón Espinar obteniendo un beneficio de 30000 euros cuando ni siquiera vivió en él y o obtuvo de manera poco transparente, los partidos contrarios se suman al carro del escarnio público de los afectados.
En el Partido Popular, ante la gravedad de lo que empezaba a descubrirse en Valencia, apartaron a Rita Barberá del mismo, dándole de lado muchos de sus compañeros, como bien se apreció en la apertura de la Legislatura por los Reyes el sábado pasado. Era un mujer que estuvo en lo más alto de la popularidad y se le puso el sobrenombre de "la alcaldesa de España". Y murió ignorada por sus compañeros políticos en la habitación de un hotel de Madrid, acompañada de su hermana y sobrino a los que había llamado el día anterior porque no se encontraba bien anímicamente (al parecer estaba sometida a una medicación fuertísima ante el grado de depresión que tenía por todo lo que estaba padeciendo). Las declaraciones públicas de muchos de ellos en los meses previos no dejan lugar a dudas: Rita Barberá era un problema serio para la credibilidad de los argumentos del Partido Popular y convenía desmarcarse de ella.
Y en estas horas se le ha recordado todo. Hoy la han despedido en Valencia sus compañeros más íntimos acompañando a sus familiares. Y la crispación política ha hecho que ya se empiece a plantear qué hacer con aquéllos dirigentes que estén bajo actuaciones judiciales para que no tengan que soportar toda esa presión mediática y pública. Desde luego, no tiene que ser agradable oir que te llamen "ladrón, corrupto" a grito pelado cuando entras a un juzgado a declarar o que en la pared del portal de tu vivienda escriban "Rita corrupta" como se vio ayer en los informativos. Pero he aquí la cuestión de fondo: ¿qué valores éticos tienen los que ocupan un cargo público y que actuaciones ejecutan para que el pueblo les juzgue? Sinceramente, estoy convencido que en España hay miles de "Ritas" o de "Bárcenas" que no se plantean que lo que estaban haciendo estaba MAL, sino todo lo contrario, que es lo correcto, porque además se lo avalan en las urnas cada cuatro años. Rita Barberá fue alcaldesa de Valencia con mayorías absolutas durante 24 años, de 1991 a 2015 y los argumentos que hoy oías a sus habitantes eran "puso a Valencia en el mapa del mundo", aun a costa de que los alumnos del Colegio 103 no tuviesen un lugar digno para recibir sus clases. Pero eso sí, podían ir a la Fórmula 1, visitar la Ciudad de las Artes, recibir al Papa Benedicto XVI o ver salir la Copa América. ¿Cuáles son las prioridades?
En fin, este país no cambiará por mucho que haya un cambio de partido de gobierno, los cambios son más profundos, son más de interior de cada uno. En un día que recordamos, además, a las víctimas de la violencia de género, asistimos estupefactos a ver morir niños, hombres y mujeres en el ámbito familiar víctimas de maltrato con unas cifras escalofriantes año tras año; como también los adolescentes se convierten en férreos guardianes de sus chicas, controlándolas en redes sociales, vestimenta, salidas... Asistimos como si de una macabra obra de teatro se tratase a ver vivir en bajos y soportales a ancianos que no tienen un hogar o a suicidios por desahucios. Y si en 40 años de democracia no hemos sido capaces de crear un mínimo de conciencia ciudadana, entonces no nos alarmemos de que gane Trump, de que haya Brexit, de que suba la extrema derecha en Europa. Ojalá la muerte de Rita Barberá no haya sido en vano y sea un revulsivo para cambiar determinadas cosas, pero me da que no, que hemos retrocedido de nuevo y que yo no llegaré a verlo, se necesitarán otros 40 o 50 años más para que las nuevas generaciones reaccionen. Y no, sinceramente lo creo, no es Podemos la solución, por mucho que sus proclamas y su circo gusten a muchos y estemos de acuerdo en gran parte de su diagnóstico, las soluciones las tendremos que buscar de otro modo, si no, mala herencia le dejamos a nuestros hijos y nietos.
En fin, DEP Rita Barberá y empecemos a buscar el remedio a esta sociedad insolidaria, individualista, ciega y coja de muchos valores éticos. Más nos vale.
Publica Vd. temprano :-))
ResponderEliminarClaro: ahora que la mujer ha fallecido, son todo lloros y demás...
Lo explicaba ayer un abogado de Podemos que fue congresista en la anterior legislatura (lo dejó porque, simplemente, quería continuar criando a su hijo y, además, tiene una exitosa carrera en la abogacía): se está preparando el terreno para introducir leyes represivas que restriegan el derecho de libre expresión.
A esto no ayuda que el personal ya ni siquiera discrepe, sino que se insulte y se rebuzne (manca finesse), dando alas a ese tipo de planteamientos.
Personalmente no siento la muerte de la señora porque no la conocía, lo cual no es motivo para entonces alegrarme o algo así: la señora estaba imputada / investigada por una trama de blanqueo de dinero en su Partido (da igual la cuantía).
De paso, como dices, ciertas cosas nos parecen normales: esta señora aceptaba carísimos regalos en el ejercicio de la función pública, lo cual es un delito desde el siglo XIX, con independencia de la cuantía (un funcionario no puede ni debe aceptar regalos en el ejercicio de su función), mucho menos si además tiene responsabilidades de un cierto nivel).
Esto, que parece lógico en cualquier país medianamente serio (aquí arriba han echado a gente por aceptar un regalo de decenas de Euros), allí abajo se acepta como normal (las leyes no se cumplen porque no se ejecutan y, cuando se hace, dada la erraticidad del suceso, el personal ni lo entiende ni lo acepta, dando todavía más crédito a ese tipo de posturas).
No hay más pero, eso sí, ahora son todo golpes de pecho por la muerte de una señora mayor, fumadora, bebedora y con sobrepeso, muerta en un lujoso hotel, en un puesto que se negó a abandonar cuando su partido tomó una decisión acorde a la lógica (la señora estaba imputada, punto)...
Y todavía la culpa será mía: manda nuevos...
Hola Alfonoso doy David.
ResponderEliminarEra para saber si ibas a venir a Cariño para el mercado de artesania.
Un Saludo
Mejorate
Hola David. Sí, si de aquí al domingo no me surge nada malo. Hoy cogí el alta. Supongo que llegarán antes mi cuñada y mi hermano, así que tú no te cortes y preséntate, ¿eh?
EliminarNos vemos!!!
Vale. Eu encantadisimo de verte por aqui, por Cariño.
ResponderEliminarUn saludo!!!🙋🙋
Vemonos!🏃💪