lunes, 26 de octubre de 2015

MUDANZAS (TAL DÍA COMO HOY...)

Siempre que empiezo un post y escribo el título quiero que surja la duda, la sorpresa, el "continúo leyendo". Y no, no me mudo yo... esta vez. Se muda una familiar mía, a Lugo, a su ciudad. Mi prima Elisa, la mayor de todas y todos los primos, se jubiló hace pocos meses y mañana vuelve a casa, casi casi a ver la muralla desde ella. La verdad es que cuando una persona como ella, que yo vi marchar a Francia a estudiar desde la estación de tren de Lugo, llega a esta etapa de la vida, te va haciendo ver que el tiempo pasa, que los mayores algún día no estarán aquí y que el testigo ahora lo tenemos nosotros; en definitiva, maduramos y pasan los años.

Pero el post no va del cambio de casa de mi prima, que aprovechando la mudanza se ha desprendido de algunos que otros muebles y objetos que han parado en la mía muy bien acomodados, sino de todo lo que hay detrás de una mudanza. Yo he vivido varias, bastantes a mi modo de ver, no ya en mis primeros inicios en la profesión en los que cada año estabas destinado en una población distinta (Ciñera, Ponferrada, Tapia), también después cuando empiezas a asentar la vida, incluso dentro de la misma localidad. Un día eché cuentas y he tenido, aparte de la casa donde me crié en A Coruña, mi domicilio ha estado en ¡¡13 viviendas diferentes!!, todo esto en 24 años, "xa lle chega ben". Y aunque no todos los traslados son iguales, ya que unos son más significativos que otros, todos dejan recuerdos en los domicilios y tú te vas cargado de vivencias.

En los primeros años todo se ceñía a unas pocas cajas, un par de bolsas con ropa y se acabó. Cuando ya te ayudan tus amigos con otros coches o acabas contratando un servicio de transporte o propiamente de mudanzas, es cuando ves que tu vida crece y que muchas cosas pueden llegar a ser prescindibles. Recuerdo con especial intensidad dos traslados, cuando marché de Tapia de Casariego a Padrón que, una vez vaciada aquella vivienda de maestro en el centro del pueblo, me apoyé en una pared y me emocioné, llegando a soltar unas lágrimas. Estaba recién casado y mi entonces mujer se acercó a mí, me agarró de un hombro y me dijo un "tranquilo, vamos", con mucho cariño. Fueron muchas cosas las que viví allí en los 4 años que estuve, relaciones personales que acabaron mal con alguna persona, pero buenos momentos con mis compañeros de trabajo y con los alumnos, curiosamente esto ha sido siempre constante en mi vida y puedo estar orgulloso de haber conocido gente que se queda en el corazón en cada uno de los colegios en los que trabajé, alumnos y profesores.

También hubo otros dos traslados que fueron especialmente significativos: cuando dejamos Padrón y vinimos a Coruña (aunque en dos momentos) no se me olvidará nunca la despedida a Carmen en el portal de nuestro piso, Martín con 6 añitos recién hechos y el ramo de flores que le dimos por su cariño con nosotros cuidando a nuestros hijos y a toda la familia; de nuevo lágrimas en los ojos de todos en una oscura tarde lluviosa de diciembre, allá por 2006. El otro traslado fue la vuelta definitiva de Amsterdam, que ya la narré aquí, cuando llegué completamente destrozado emocionalmente para empezar a vivir una nueva vida divorciado y sin domicilio por unos días. Nunca, nunca olvidaré el momento de despegar el avión de Schiphol aquel 29 de junio y aterrizar poco más de dos horas después en Alvedro y abrazar a mis hijos con los ojos más llorosos que nunca. A los pocos días, llegaron los muebles desde Holanda, recogidos un par de semanas antes del recién alquilado domicilio de Paul, un piso que fue poco disfrutado pero que recuerdo con una mezcla de amargura e ilusión por todo el proceso que empezó allí y que quedó truncado. Por cierto, tengo ganas de volver una vez a Amsterdam, para andar por sus calles, recorrer mis lugares, pensar, sentir y hablar con la buena gente que también dejé allí.

¿Qué tienen las mudanzas que son más que mover muebles y cajas? Tienen esa característica de significar el fin de una etapa y el comienzo de otra. Algunas son meros trámites por mejorar en cuanto a precios de alquiler o situación en una ciudad; pero otras son un antes y un después en la vida de las personas. Entrar en un piso nuevo, que has comprado con esfuerzo, amueblarlo a tu gusto, decorarlo con objetos que son tus recuerdos, tu vida... Y verlo crecer, de alguna manera un piso que habitas crece contigo, cambia su fisonomía, si tienes hijos transformas sus habitaciones a medida que también crecen. En fin, reflejan tu vida, tanto personal como emocional.

Y curiosamente tengo debilidad por una de esas 14 viviendas que habité. Las hubo desde muy pequeñitas pero acogedoras, como la de La Vid de Gordón, hasta el piso de Paul en Amsterdam, amplio y con una decoración y disposición exquisita. Sin embargo, el piso de Padrón, el que compramos poco antes de nacer Martín, precisamente tal día como hoy, 26 de octubre (os juro que cuando empecé a escribir el post ni me había dado cuenta) fue "mi piso", donde Martín se crió, donde nació Greta, donde vinieron amigos a dormir, donde hubo comidas de amigos y de familia, cumpleaños, fiestas y algún que otro mal momento de salud. Un piso que vimos crecer, montando la cocina, comprando muebles para cada habitación, diseñando los armarios empotrados, peleándonos con los decoradores por los "stores" del salón. En 2007 lo vendimos, pero posteriormente he soñado muchas veces con él. Supongo que si alguien interpretara esos sueños me diría lo que os acabo de escribir: que ese piso lo sentía nuestro y que nuestra marcha significó algo más que dejarlo y venderlo. No he vuelto a entrar en él, lógicamente, a pesar de que mi familia de Padrón vive al lado y siempre miro para sus ventanas cuando pasamos por delante del edificio. Mucho de mí hay en esa vivienda, tal vez más que en ninguna. No sé si volveré a sentir una vivienda tanto como sentí aquélla, pero desde luego trataré que, a pesar de tanta mudanza, nunca deje de emocionarme cuando vuelva a suceder. (¡Cuántos recuerdos hay en la foto que véis aquí!)


domingo, 18 de octubre de 2015

ESOS PEQUEÑOS MOMENTOS QUE HACEN LA VIDA MEJOR

Pasan tantas cosas que ni tiempo tiene uno para ponerse a escribir y la verdad es que me cuesta encontrar un hueco para hacerlo. La casa, las cuentas, los niños, la escuela, el partido... Hay días que me da la impresión de que no tienen 24 horas, sino menos porque pasan volando. También esa sensación que tiene uno cuando pasa de los 40 de que los años corren más. Sí, todo eso me pasa y tengo el pensamiento de que no disfruto de todo como se debería.

Las noticias de actualidad siguen ahí: refugiados que siguen llegando, sucesores de Aylan ahogados en el Mediterráneo y que Europa no reacciona; juicios de corrupción o mediáticos en España, imputaciones políticas, candidatos, elecciones; empresas que siguen con sus corruptelas, la bolsa que sube y baja sin sentido... Y todo eso mezclado con tu vida personal, los niños con sus cosas de colegio e instituto, los mayores con sus achaques que cada día preocupan más, los colegios con sus problemáticas en las aulas, trabajo burocrático que quita tiempo a lo verdaderamente importante, las clases, las libretas, los exámenes. Los fines de semana que quieres descansar acaban convirtiéndose en una carrera contrarreloj para atender todo lo que tienes que hacer y hay momentos en que reflexiono y digo: "Alfonso, siéntate, disfruta del café que te acabas de hacer, de ese programa de televisión que estás viendo y desagóbiate!!".

Supongo que muchos tendréis esa misma sensación. Recuerdo cuando vivía en Holanda que un compañero nos comentaba un día que trabajar por las tardes le generaba una ansiedad por la mañana tremenda, sobre todo por llegar a coger el tren que te llevase a tal o cual aula, que fuese puntual, que no nevara en invierno, que todo estuviese en orden al llegar y al salir, volver a casa dependiendo igualmente del tren... Algunos diréis "hombre, es más dura la mina". Claro que sí, pero eso no significa que no podamos expresar lo que sentimos. No trato de comparar que tal o cual trabajo es mejor o peor que otro, cada uno tiene sus características e imagino que todos tendrán cosas buenas y cosas malas. Yo es bien sabido que no me quejo de ser maestro, pero sí me quejo de exigencias de la administración con nosotros que poco tienen que ver con la docencia. De hecho, yo me lo paso muy bien en clase, pero me baja la motivación tener que hacer determinados trabajos "para figurar" y que cuestiono que sirvan para algo. Desde luego, para atender a mis alumnos día a día en el aula, seguro que no.

En cuanto a mi vida personal, pocas cosas hay que contar. Noto que aún no estoy curado (no creo que lo esté) después del episodio que viví. Es curioso que hasta me cuesta decir la palabra "divorcio" porque ni lo quise ni lo quiero y la cuestión es que lo veo como algo impuesto y que yo no escogí. Diréis que la vida da esos golpes. Ya lo sé. Desde luego peor sería encontrarte de bruces con una enfermedad grave o una muerte inesperada de alguien querido, por ejemplo. Pero noto, volviendo a lo de la "curación", que estoy más sensible con todo. Por cualquier circunstancia me emociono y ya hasta mi hija se ríe de mí diciéndome "¿no te pondrás ahora a llorar?" Pues a veces sí, no lo voy a negar, incluso por acontecimientos positivos que ocurren, aunque esta semana abrir el periódico o ver un informativo podía originar todo lo contrario. De hecho, una de las noticias ha sido el fallecimiento de un gran periodista gallego al que tuve el honor de conocer cuando di clase en Ordes. Un chico joven, 44 años, que un cáncer se lo llevó tras luchar dos años contra él. Pero Nacho Mirás, que será muy recordado, le hizo cara y empezó a contar esa lucha en un blog, como lo hacemos muchos de nosotros. Su diario www.rabudo.com, llegó incluso a ganar premios por contar su experiencia de manera magistral, usando un lenguaje a veces descarnado pero real. Sentí mucha pena cuando leí la noticia el jueves porque nunca se debe ir una persona tan joven y de una manera tan dramática, además aunque solo hubiese hablado con él el día que le conocí. Además, no puedes dejar de pensar en cómo lo enfrentaría yo en caso de haberme pasado a mí. Sientes cosas muy inquietantes. Por un lado, alivio de no ser tu el desafortunado que padece un cáncer, pero también inquietud porque puede pasarte en cualquier momento, que estás en esta vida unos días y que todo, en segundos, se puede truncar.

Por sistema, todo el mundo tiene ganas de vivir, no de estar en este mundo para sufrir. Las experiencias que vivenciamos nos hacen ser más optimistas o pesimistas ante el futuro, te haces un plan de vida, te imaginas dentro de 5, 10 ó 15 años, jubilado o siendo abuelo. Pero también trato de, como siempre, empatizar, ver la vida desde el punto de vista del otro. Seguro que si llego a 70 u 80 años veré las cosas de otra forma, supongo que haré una evaluación de mi vida y de alguna forma me iré preparando para dejar este mundo. Nadie se plantea hacer eso con 30 o 40 años, pero cuando ocurren cosas así es inevitable el pensamiento de "¿y si pasa mañana, dentro de un mes, el año que viene?" Por suerte, la mente humana enseguida vuelve a esa vorágine que es el día a día y te quita ese pensamiento de la mente porque precisamente tu trabajo, tu familia, tu círculo social está ahí demandando que les des lo bueno que te caracteriza y que les satisface en sus vidas. En definitiva, que ese stress es necesario para seguir aportando un sentido a tu devenir vital.

Así que mañana seguiremos haciendo kéfir en el colegio, tendré peleas o amores en el aula; la administración nos mandará hacer algún otro documento inservible; compraremos el pan para comer o para las tostadas del desayuno y si surge algo que rompa esa rutina que sea para bien. Tenemos una reunión en la sede del PSOE de Coruña, así que me encontraré con mucha gente que aprecio y que me aprecian, por lo menos el día podrá terminar a lo mejor con una caña entre amigos, que al final es lo que da sentido a lo que hacemos y lo que nos quedará cuando tengamos esos 70 u 80 años de los que hablaba antes. Hace pocos días leí en facebook a alguien que puso "cuando me muera, nadie va a morir por mí, así que mientras viva, déjenme hacerlo como yo quiera". Pues eso.