sábado, 4 de abril de 2015

PROCESIONES

Debemos ser uno de los pocos países del mundo con la costumbre de sacar por las calles en esta época del año a todo el repertorio de cristos, vírgenes y santos que tenemos en nuestras iglesias. A mí personalmente es una tradición que me gusta, al margen de todo el significado religioso que lleva implícito. Supongo que tendrá que ver mis vivencias de la infancia, ya que en estas fechas de Semana Santa solía irme a Lugo y allí iba con mi abuela a cuanta procesión había, desde el Domingo de Ramos hasta el Viernes Santo, y las recuerdo todas. Tampoco voy a negar que con 9 ó 10 años ver la imagen de Cristo muerto metido en una urna de cristal en la procesión del "Santo Entierro" me producía cierto temor y con el tiempo reconozco que es una imagen bastante macabra para cualquier chaval. La capacidad de razonar y de asimilar que la tortura que supuso lo que llamamos "Pasión" de Jesucristo con la posterior crucifixión era un castigo atroz, por lo que ver esa imagen continuamente en cientos de pasos que procesionan por toda España no deja de ser algo que puede traumatizar a un niño si no se le explica realmente lo que es.

Sin embargo, en pleno 2015 el fervor religioso de estos días se va perdiendo. Incluso en los lugares de España donde más se viven las procesiones, como pueden ser Andalucía o Castilla y León, pienso que gran parte de todo este ceremonial es una atractivo turístico que aporta beneficios a ciudades como Sevilla o Valladolid y que para los autóctonos no deja de ser un mero acto social que va dejando de lado el tema de la fé. Yo estos días fui por primera vez a las procesiones en A Coruña, con todo el despliegue de Policía Local, Protección Civil y demás. Son unos actos pequeños, lejos de la magnitud de las procesiones del sur de España, incluso de las de Ferrol o Viveiro que son las más renombradas de Galicia. Y al margen de cuestionar los motivos por los que cada uno decide ser porteador, llevar capirote o ir de mantilla, hay cosas que no tienen una conexión lógica.

La mezcla entre lo religioso y lo militar está presente en muchos de estos desfiles. Aquí, por ejemplo, al salir una de las imágenes de la iglesia que la alberga, una banda tocó el himno de España. Sinceramente, no encuentro ni la más mínima relación. Y a continuación la misma banda toca la melodía de la "Sinfonía del Nuevo Mundo" de Dvorak para a continuación la "Marcha del Antiguo Reino de Galicia" con sus gaitas correspondientes. Desde luego la música de religiosa, nada.

Luego, a pesar de que la gente mantiene un silencio educado y respetuoso cuando pasan las imágenes delante de ellos, ves que algunos y algunas de los y las cofrades están allí por una obligación impuesta y con cara de "maldita la gracia tener que estar aquí". Y con la suerte que hemos tenido de una Semana Santa de sol, porque si está frío o amenaza lluvia, la procesión sí que se convierte en un verdadero suplicio.

Hace años asistí a una de esas procesiones míticas en Málaga, la del Cristo de Juan de Mena que portan los legionarios que vienen ex profeso desde Melilla para hacerlo. La expectación desde horas antes de la salida del paso delante de las puertas de la iglesia es espectacular, pero también sientes que toda esa puesta en escena forma parte de un ritual al que muchos asisten no por fé, sino porque hay que estar allí. Realmente, esa vinculación de los diferentes cuerpos de seguridad o batallones militares con tal o cual imagen religiosa me resulta a estas alturas de la vida un tanto artificial. Pero claro, todo tiene su lógica cuando te das cuenta de que los dos grandes estamentos que siempre hubo en España, la Iglesia y el Ejército (amplíese a todas las fuerzas de seguridad), siguen siendo jerárquicos y de ahí ese "matrimonio" de conveniencia que siempre han tenido. Guardia Civil, Policía Nacional, la Armada, la Legión... aparecen en muchas de las procesiones de estos días acompañando a las más diversas advocaciones de vírgenes o a cristos penitentes, crucificados o sepultados.

Sin embargo, yo estoy orgulloso de esta manifestación cultural española. Me imagino que los turistas extranjeros que visitan España estos días tienen que alucinar con todos estos actos y más aún si se adentran en el rural y se encuentran con manifestaciones más arcaicas y, esas sí, de verdadero fervor y penitencia personal. Ejemplos como los "empalaos" de la Vera en Cáceres o los "picaos" de San Vicente de la Sonsierra en La Rioja son realmente estremecedores y no aptos para mentes sensibles o incluso para los niños. Siempre y cuando todas estas decisiones las adopte uno libremente, pues adelante. En cualquier caso, la religión tiene que formar parte de la vida privada de las personas. El hecho de que culturalmente se le dé un carácter público con las procesiones no significa que haya que institucionalizarlas. Supongo que con el paso de los años en muchos lugares se irá perdiendo esta tradición porque muchos jóvenes ya pasan de cualquier tema religioso, pero en otros perdurará. Para ello es vital el empeño y trabajo de las cofradías y sus integrantes a los que hay que agradecer que esta costumbre no se pierda. Mi respeto hacia todos ellos y que su labor sirva para que se valoren más desde el punto de vista cultural y artístico las procesiones de Semana Santa.



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