domingo, 9 de febrero de 2014

COMUNICÁNDONOS

Últimamente noto cómo utilizando el lenguaje de una forma u otra puede hacer que el mensaje que comunicas sea recibido por tu interlocutor como un ataque, una sugerencia, un halago o una muestra de cercanía. Después de los meses que llevo en mi nueva vida, estoy más atento a cómo lo uso y a cómo lo usan conmigo. Y saco conclusiones.

Está claro que la comunicación es aquella facultad del ser humano para transmitir lo que piensa, siente, opina o simplemente comenta, pero dependiendo de la forma en que lo hagas puede reportarte sanos beneficios o crearte enemigos por doquier. Una buena comunicación es la base de nuestras relaciones sociales y en muchos casos la garantía de éxito para la amistad, el amor, los negocios, las gestiones cotidianas o el aprendizaje. Y siendo maestro es necesario cuidarlo mucho porque cualquier palabra o frase dicha en un determinado contexto o situación puede llevarte a un malentendido sin quererlo.

No es que me haya sucedido nada malo en mi trabajo por ello ni mucho menos, sigo disfrutando de las clases con mis alumnos de 4º de Primaria y creo que ellos también, pero en el mundo adulto a veces las cosas se complican porque la gente tiene sus circunstancias vitales y cualquier mensaje comunicativo hecho sin la más mínima intención de molestar, acaba originando cataclismos.

Todo esto viene a que a las personas de mi generación nos educaron con el imperativo por delante y lo hemos asimilado en nuestro subconsciente utilizándolo por doquier. Más aún en mi caso, siendo docente, es un tiempo verbal muy empleado. Pero el uso del imperativo implica, en ciertas ocasiones, un dominio sobre el otro, una (valga la redundancia) imposición. No es lo mismo decir: "Aparta" que decir "¿podrías echarte a un lado, por favor?", al igual que tampoco es lo mismo decir "siéntate" que "¿no crees que estarías mejor sentado?".  Sé que muchas situaciones tensas que he vivido han surgido por estos fallos comunicativos. El caso es que cuando te lo dicen a ti es cuando te das cuenta del impacto que tiene en otras personas. Este mediodía lo he vivido con alguien muy querido (y no por ello le voy a dejar de hablar ni a tenérselo en cuenta porque sé que son hábitos muy difíciles de cambiar), pero ha sido la luz que me ha empujado a reflexionar y escribir esta nueva entrada.

En una época de crisis en que todo el mundo está más susceptible sobre todo por la precariedad laboral y la situación económica, cuando hay un "fallo" comunicativo de este tipo saltan chispas. Si a todo eso le sumamos nuestra educación represiva del fin de la dictadura y principios de la democracia en la que el imperativo era el tiempo verbal más utilizado, el cóctel se convierte en explosivo. El caso es que para solucionar estas situaciones el esfuerzo mental es brutal y muchas veces desistimos. Pero es necesario hacerlo. De ahí que todas las recetas que de vez en cuando aparecen en redes sociales, programas de televisión, páginas web, libros de Punset y otros nos vienen bien para mejorar nuestra educación emocional, tan en auge precisamente en estos tiempos de crisis.

Personalmente soy consciente de que en determinados momentos mi tono, mi timbre, mi forma y mi vehemencia al comunicarme pueden generar en mi interlocutor desasosiego, intranquilidad, malestar, disgusto o agresión. Nada más lejos de la realidad. La gente que me conoce sabe perfectamente que nunca hay una mala intención en lo que expreso ni en lo que quiero comunicar. Tampoco voy a ponerme medallas diciendo que soy todo ternura, pero sé que hay cosas que debo corregir, que todos debemos corregir en lo que respecta al lenguaje. Las dos palabras mágicas (por no decir más expresiones) que siempre decimos en los colegios me parece que deberíamos aplicárnoslas todos: "por favor" y "gracias" te abren no sólo puertas en todos los sitios, sino también los corazones de la gente... y las emociones. Biquiños a tod@s en estos días de temporal, ya parecemos peces de tanta lluvia, viento, olas y frío, esperemos que no duren mucho más porque se hace interminable.

1 comentario:

  1. Bueno, también tienes otra opción, que es el "A.U.B" mientras me meten el codo hasta el bazo en la cola del autobús (o directamente saltar en la cola para pagar el parking y quedarse tan panchos).

    Claro, que siempre está el muy sufrido "escoria holandesa" que suelo soltar en inglés cuando me hacen eso...

    Pero tienes razón: más allá de los tiempos verbales, la verdad es que es el estado de ánimo el que lo está condicionando todo (porque siempre hemos hablado así y antes nos lo tomábamos a risa: hoy en día, el personal está para pocas bromas).

    Pero me alegra sentirte tan cabal como siempre :-))

    Un abrazo enorme,

    Paquito.

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