sábado, 29 de octubre de 2016

PELEAS CONCERTADAS

Hace pocos días se difundía por la red social del momento, el Whats App, una pelea de unos adolescentes en un espacio pegado a la muralla de Lugo. El lugar es un pequeño lugar de paseo por el interior del casco antiguo de la ciudad pero un poquito alejado de lo que son las plazas del centro y que es más visible desde el adarve del monumento.

El caso es que la pelea fue anunciada entre los jóvenes lucenses de los institutos de la ciudad y parece ser que no era la primera vez. Se convoca porque hay dos que se quieren zoscar y el resto va de espectadores sin intervenir, es más, llegan incluso a jalear y reirse de alguno de ellos. La situación parece que se remonta a cinco meses atrás y ha provocado un escándalo inmenso, ya que las imágenes se han difundido, gracias a la inmediatez de los móviles, en segundos por toda España y medio mundo. Pero lo que más ha generado debate no fue la difusión de la violencia, aunque fuese acordada por los contrincantes, sino que toda la chavalada lo consideró normal.

Viene esto a cuento de lo mismo que puse en el post anterior y de la laxitud que tiene la sociedad ante determinadas actitudes que no se deben consentir por la carga ética que conlleva. ¿Podríamos considerar estas peleas como apología de la violencia o simplemente como un entretenimiento entre adolescentes que, una vez efectuado el espectáculo, se dan la mano y se marchan tan amigos? La cuestión es que desde hace 20-25 años estamos asistiendo a una educación en la que no hay ningún cuestionamiento moral de los comportamientos de los niños y estamos en la era del "todo vale". Y no, no vale todo.

Yo asisto todos los días a escenas en el ámbito escolar en las que cuestionas un comportamiento de un chaval o chavala y te miran con una cara de "¿por qué me riñes, es que no puedo hacer eso?". Y evidentemente, si adviertes o riñes es que NO lo puedes hacer. Os cuento una situación muy rutinaria para que se entienda más a dónde quiero llegar.

Un alumno de Primaria (de 6 a 12 años) pasa 5 horas en un colegio. Entran a las 9 de la mañana, tienen 3 sesiones de 50 minutos, un recreo de 25, hora de lectura 20 minutos y otras dos sesiones de 50 minutos, llegando a las 14:00 h y yéndose para su casa. Durante ese periodo no están continuamente en clase porque van a Ed. Física, Música, etc. Pues en los últimos años me encuentro conque hay chavales que te piden para ir al baño a los 10 minutos de entrar en el colegio.

- Profe, ¿puedo ir al baño?
- No, acabas de llegar de casa
- Es que no me aguanto...
- No, te he dicho que no, ya irás en un cambio de clase o en el recreo.

Pero antes de otros 10 minutos vuelven a la carga y la siguiente pregunta es

- ¿Pero por qué no puedo ir?
- ¡Porque no! Ya te he dicho que acabas de llegar y que irás más tarde

Y no se admite el NO como respuesta ni se entiende que hay unas normas que cumplir y un ritmo en clase que no permite que uno salga, luego otro, etc.

Lo trascendental del asunto es que ellos no entienden esa norma, igual que no entienden que no pueden traer un móvil a clase, que no se pueden tirar papeles al suelo o que no pueden pelearse y difundirlo por las redes. He observado también el uso del lenguaje que hacen y siendo niños de 9 años utilizan una jerga más cercana a la que podemos usar los adultos que a una propia de esta época infantil. Oir un "taco" en un niño o niña de esta edad te hace saltar la alarma porque te buscas tú con 9 años y que ni se te ocurriera soltar un "joder" porque el tortazo o castigo que te caía te hacía sentir tal vergüenza que los que íbamos a colegios de curas hasta lo confesábamos.

Y hoy parece que el tarado eres tú, que riñes sin que ellos lo entiendan, te miran con una cara como diciendo "¿pero tú quién eres para decirme a mí que no puedo ir al baño?". Pues no es el primer día que les echo el típico sermón y les digo.

- Mirad, los maestros os dejamos opinar, podemos llegar a debatir un tema, acordar un calendario de exámenes... pero quien tiene la última palabra somos NOSOTROS. Así que nada de protestar ante una decisión que yo o cualquiera de mis compañeros adopte en clase porque no tenéis derecho a cuestionarla. Tenéis derechos, por supuesto, pero también estáis OBLIGADOS a cumplir unas normas y unos deberes, os gusten o no. Porque igual que yo puedo ir a una cafetería y tomarme una caña, vosotros no podéis ni pedirla, os tomáis un zumo o como mucho una Coca Cola. Y así con todo lo que nosotros digamos, que puede ser consensuado, pero no impuesto por vosotros.

Y realmente es lo que más me indigna porque te das cuenta que esas conductas y comportamientos no los aprenden en en colegio. Tampoco digo que sea responsabilidad de sus familias, porque yo también consiento a mis hijos o les dejo opinar en casa y adquirir coherencia en sus conductas, pero es que lo ves en la sociedad, como lo del incivismo del post anterior. No hay una consecuencia punitiva ni una sanción, pero tampoco hay una responsabilidad en la vida colectiva, quizás por el individualismo en el que vivimos que nos desconecta cada vez más del movimiento común.

Así pues, una pelea al estilo youtube no deja de ser un suceso más que debemos reprobar, pero también reflexionar sobre las causas que derivan en hechos así. Traigo a la mente la situación que conté aquí de los hooligans de Eindhoven en la Plaza Mayor de Madrid con unas mendigas de origen rumano. Pues en el fondo es lo mismo, es esa sensación de impunidad y empoderamiento en el que nos hemos instalado y que para nosotros es incuestionable y que no entren en el territorio de mis creencias. Quizás lo que tememos es que nos saquen de nuestra zona de confort y no sepamos afrontar los asuntos difíciles de la relación social, pero yo creo que es más que necesario y sobre todo, educarlo desde pequeños porque la vida no es de color de rosa.


(fotografía extraída de La Voz de Galicia)

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