Si aquellos que leen mi blog esperan encontrar en esta entrada una nueva aventura viajera, van desencaminados. Nadie me ha ofrecido una plaza de profesor en esta o aquella ciudad del mundo y mucho menos me he presentado a algún examen para obtenerla. Pero la curiosidad por saber y por aprender (actitud que nunca debemos perder a lo largo de la vida) me hizo llegar hace un tiempo a una web en la cual se hablaba de este lugar, que estoy convencido que muy poca gente sabrá dónde está. ¿Y por qué hablo ahora de él? Porque mi primera lectura de 2016 tiene esta curiosa región como marco espacial, así que también es una manera de viajar. Os cuento un poco porque si pensáis que es el destino turístico del momento no vais muy bien encaminados.
Transnistria pertenece oficialmente a la República de Moldavia. Digo oficialmente porque "de facto" los habitantes de este territorio pasan olímpicamente de todo lo que tenga que ver con su país. Según la wikipedia, Transnistria es una "unidad territorial autónoma con un estatus jurídico especial". De hecho se le denomina "República Moldava Pridnestroviana" y sus habitantes votaron en referéndum hace unos años que no querían saber nada de Moldavia y que se vinculaban por completo a Rusia; existen un Parlamento, un ejército, una bandera, una moneda y en sus calles lo que se ve es una "Unión Soviética" trasnochada y atemporal, un lugar anclado en el tiempo.
Transnistria ocupa una franja estrecha de territorio al este de Moldavia, en la frontera con Ucrania, de unos 400 km de longitud, prácticamente al cruzar el río Dniéster (de ahí su nombre), siendo su capital una ciudad de 200.000 habitantes llamada Tiraspol. Por lo que he leído no es una ciudad de fácil acceso ni tampoco que sea segura para un extranjero por diferentes circunstancias. De hecho, si alguien entra en Transnistria y durante su estancia tiene algún problema, su situación para salir del territorio se complicaría porque Moldavia "pasa" de tomar medidas allí y el territorio no ha sido reconocido por ningún país del mundo, sólo por otras repúblicas secesionistas de la antigua URSS, como Abjasia, Nagorno-Karabaj u Osetia del Norte (ale, sitúenlas ustedes). En un blog interesantísimo de una empedernida viajera nos habla de este hecho que sitúa a cualquier turista en una situación de alegalidad total ante cualquier contratiempo.
¿Cómo se ha llegado a esta situación curiosa al mismo tiempo que enrevesada? Pues aquí entra en juego la lectura de mi primer libro de 2016 titulado "Educación siberiana" de Nikolái Lilin. En él se cuenta cómo, durante la época de Stalin, a este territorio fueron deportados una gran cantidad enorme de habitantes de Siberia, muchos de ellos dedicados al crimen y la delincuencia y con sus propios códigos de conducta, comportamiento y particular ética. El libro, advierto, no es apto para aquellas mentes moralmente formadas, pero desde un punto de vista antropológico es magistral. De hecho, en su contraportada los críticos advierten que "Para leer este libro hay que estar dispuesto a olvidar las definiciones del bien y del mal tal como las conocemos (Roberto Saviano). Su autor era un miembro de un clan criminal siberiano, los urcas, que fueron deportados a Transnistria. Durante su infancia y adolescencia fue criado bajo el código moral y de conducta de este clan criminal, al margen de cualquier ley clásica tal como la conocemos, pero no cuestionable desde el punto de vista tradicional, étnico o antropológico. Sus enemigos eran, principalmente, las fuerzas de seguridad oficiales, los policías, aunque tampoco dejaban de serlo otros clanes y grupos humanos y sociales que conformaban los barrios de Bender, la segunda ciudad de Transnistria donde se desarrollan los hechos y donde nació el autor. He descubierto también mientras escribía esta entrada que hay una película de 2013 basada en el libro, interpretada por John Malkovich (le pega bastante su físico con el protagonista del libro, la verdad).
Armas, tatuajes, peleas, crímenes, alcohol, religión, pero también honor, responsabilidad, respeto a los ancianos, jerarquía. Y sobre todo, un código moral incomprensible para nuestra cultura occidental pero respetable entre ellos. Diréis que interés tengo en leer historias como la de este libro. Pues la verdad me atraen todos los procesos de cambio de regímenes relacionados con el fin del comunismo, la desintegración de Yugoslavia y todo ese ingente mundo que constituyó la Unión Soviética y que nos es tan desconocido. Y trato de establecer algún tipo de nexo o similitud entre situaciones que vivimos en España o en otro lugar de "nuestra" Europa (entendedme a qué me refiero con esto). Y no fue un libro que buscase, sino que a veces llega a ti por azares del destino. Suelo ir a la biblioteca del barrio con una lista de libros que quiero leer y que casi siempre están prestados, así que me lanzo directamente a la estantería de novela y allí estaba éste, leyendo la reseña de la contraportada leí "Transnistria" y ya me cazó.
En definitiva, que no creo que llegue a visitar Transnistria a lo largo de mi vida, aunque no será porque no me apetezca por la curiosidad sobre esta situación, sino porque mi integridad podría correr un serio peligro. Pero tras leer el libro puedo hacerme una idea de cómo es su modo de vida y cómo transcurren allí las semanas, los meses y los años. No deja también de ser una forma distinta de viajar y de aprender, que de eso se trata.
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