miércoles, 27 de septiembre de 2017

CUATRO NIÑOS... Y UNA TRAGEDIA

A veces me pregunto cómo es posible que en un país que se supone avanzado como España ocurran cosas más propias del Tercer Mundo o de una película al estilo de "Los Santos Inocentes". No sería un mal título para comentar la noticia que a más de uno y a más de una nos ha revuelto, a pesar de que los medios no han querido esta vez buscar carroña, imagino porque no vende.

Situémonos en una pequeña población de la provincia de Huelva llamada La Zarza- Perrunal, en una comarca un tanto olvidada llamada el Andévalo. Lo que solemos llamar "España profunda". Hasta allí llegan, hace poco más de un mes, una pareja con 4 niños, tres de un matrimonio anterior de ella. Por lo que cuentan las noticias, su situación personal es lamentable: la mujer y el hombre con problemas de toxicomanía y alcoholismo, sin recursos económicos y los niños en una situación que se podría considerar poco digna para cualquier menor. Ella es originaria de allí y vuelve a una antigua casa familiar, medio en ruinas, sin luz ni agua, en la que tienen que entrar forzando la entrada y una ventana. Los vecinos la reconocen y los ayudan en primera instancia, pero no tienen donde quedarse ni cobijar a los niños. Recurren a los servicios sociales del Ayuntamiento que les concede otra vivienda con un alquiler bajo en donde se instalan hace unos días. 

Los niños acuden al colegio, uno de ellos parece que además tiene una disfuncionalidad. Y la tragedia aparece en los medios el pasado sábado. Uno de los hijos entra en la habitación de su madre y su pareja, la toca a ella y dice que está dormida y muy fría, por lo que sale a avisar al casero. Al entrar se encuentran la macabra escena de la pareja muerta y la crudeza de saber que los niños llevaban 4 días conviviendo con ellos muertos y haciéndose cargo unos de otros, lavándose, haciendo la comida, poniéndose la ropa y yendo al colegio. Parece ser que tenían orden de su madre de no entrar bajo ningún concepto en la habitación y que como ya otras veces había pasado, los niños declaran que se pasaban encerrados ella y su pareja horas "jugando a la Play". Al hacer la autopsia a los cadáveres el resultado es suicidio por sobredosis.

El enlace a las noticias de este caso los podéis leer aquí

Ni por un momento me he podido imaginar lo que habrán vivido esos niños en su vida. Por lo que dicen la prensa, había una situación de desamparo y dejadez por parte de su madre y su actual pareja, de hecho no era la primera vez que los niños se ocupaban de sí mismos porque los adultos o no estaban o estaban en unas condiciones lamentables. El padre biológico de tres de los niños había pedido ya hace tiempo la custodia de los menores, pero por lo que se ve NADIE hizo caso de esta petición y los niños vivían como vivían. Y mi reflexión es: ¿cómo es posible que en pleno s. XXI, en un país occidental, todavía haya niños que tengan una infancia como esta? Y lo que me parece más grave: ¿ninguna institución, ayuntamiento, servicios sociales de la Junta de Andalucía hizo un seguimiento de la situación de los niños? Según se sabe, venían de la capital de la provincia y ya arrastraban la situación desde hacía tiempo. 

La cuestión de fondo es que las prioridades en nuestro país no están claras. Por supuesto, en primer lugar, el BIENESTAR DE LOS NIÑOS. Dado que por medio había un caso de separación de pareja, la CUSTODIA COMPARTIDA que yo tanto reclamo a nivel nacional como punto de partida en los casos de separación y divorcio arreglarían y sacarían a la luz muchas de estas historias. En cualquier caso, es totalmente alucinante que una madre con toxicomanías y alcoholismo tenga la custodia exclusiva de sus hijos (tirón de orejas al juez o a la jueza de turno). Por otra parte, es realmente inaudito que no haya protocolos rápidos de actuación entre las instituciones escolares y los servicios sociales cuando se detectan casos como este. No es la primera vez que en colegios en los que he dado clase mis compañeros y yo hemos detectado casos similares. Recuerdo hace tres cursos tener a un niño procedente de Rumanía matriculado en mi clase y no apareció al inicio de curso. Como no estaban tampoco en el domicilio de empadronamiento, ni las fuerzas de seguridad ni los servicios sociales pudieron localizar a su familia. Pues bien, apareció después de tres meses un día de diciembre y yo no daba crédito. Me cansé de llamar a dos asistentes sociales y la respuesta final fue que como su familia era de temporeros, no podía haber un control de sus movimientos dentro del país, ya que hoy estaban recogiendo ajos en Cuenca y mañana uvas en Extremadura. Es decir, un niño de 10 años sin escolarizar tres meses, con un idioma que no es el suyo y acompañando a sus padres al campo para ganar 4 duros. ¡Un desastre de Administración!

Y mientras los balones se echan fuera de los tejados: NADIE es culpable de nada, pero 4 menores han estado viviendo en una situación de claro riesgo. Ahora el padre se ha hecho cargo de los cuatro y aún la Junta de Andalucía tiene que decidir si quedan a su cargo o en un centro de acogida... ¿desvaríamos o qué? ¿Entonces cuando su madre se metía de todo no tenían que valorar la acogida o es que primaba más favorecer a la mujer que a los niños?

En resumidas cuentas, una tragedia. Me gustaría saber qué pasará en el futuro con estos niños. Sobre todo si vivirán con afecto, con cariño, con comprensión, si llegarán a olvidar estos días y si saldrán adelante. Estoy convencido que sí porque la necesidad les ha hecho aprender cosas que a otros niños de su edad que tienen todo les hubiese pasado. Suerte para ellos y para los que ostentan puestos de decisión en estos asuntos, una llamada de atención para que no vuelva a haber ni un caso más en el que los menores sean perjudicados por las malas decisiones de sus padres (madre en este caso y q.e.p.d.)



lunes, 18 de septiembre de 2017

SOLO POR UN CAFÉ

Cada vez escribo menos en el blog. Bien es cierto que las redes sociales han acaparado gran parte del tiempo que paso delante del ordenador, junto con todo lo que tengo que hacer del trabajo que cada vez más es a través de esta maquinita. Hay días que tengo la sensación de estar hiperconectado y eso que mi móvil no es de los más avanzados. Chateo por whats app, hago alguna foto, muy pocas llamadas y unas cuantas aplicaciones. En el móvil no uso facebook ni suelo entrar en internet y hay veces que las personas de mi entorno están más pendientes de su smartphone que del que tiene al lado en ese momento.

¡Cómo hemos cambiado nuestras costumbres en pocos años! Últimamente me doy cuenta que paso más horas en casa y que no me importa. Hoy, por ejemplo, comí con mis padres, me fui a andar más de una hora por el paseo marítimo de A Coruña, volví a casa y a las 17:40 entré y ya no salí. Tomé un café, planché, organicé la habitación de G., cené, planifiqué la semana de clases y aquí, pegado a esta pantalla, curioseando. En el fondo me da rabia, me gustaría que ese café fuese con alguien, pero es que también noto que para quedar con alguien parece que tienes que realizar una instancia por triplicado y que incluso puede molestarle... supongo que los otros también dirán lo mismo de mí y cuando se supone que estamos hiperconectados, pues no lo estamos, porque no hacemos por quedar y tomar ese café. Paradojas de la vida.

Pero una vez metido en faena en las redes, trato de sacarles provecho. Leo, me informo, contrasto la información, opino. Y noto que la gente hace igual pero llega un momento en que muchos pierden las formas y se creen poseedores de la verdad absoluta o se comportan cual contertulios de cualquier programa de debate de tercera división. Es decir, lees insultos, descalificaciones, incluso amenazas y uno se pregunta: ¿en serio somos así?

Los últimos días en España han sido de bastante alarma por el "monotema" con el que llevamos semanas o meses: EL REFERÉNDUM DE CATALUÑA. Y uno que ya está un poco harto y curtido llega a cansarse tanto de esto que está deseando que llegue el 2 de octubre y que veamos qué pasó. Hace pocos días, hablando del tema en una cena con amigos, una persona llegó a llamarme ignorante por decir que mi vida seguirá siendo igual el día 2 pase lo que pase en Cataluña. En el momento me ofendió un poco sobre todo por el tono, pero después reflexionando llegué a pensar: "esto no es más que una muestra de ese estado de crispación general que ves en la calle con todo". No sólo es Cataluña. Es CUALQUIER COSA que signifique que la zona de confort de un / una individuo / individua se ponga en peligro. Y en cuanto salta cualquier alarma, la gente explota. He visto verdaderas discusiones de tráfico, por ejemplo, amenazándose con partirse la cara; enfrentamientos entre dos personas por intentar "colarse" en la cola del supermercado, gente que va por la calle no hablando, discutiendo... Y pones la televisión y los modelos de comportamiento son exactamente iguales: la locura de Kim Jong-Un (o como se llame), la desfachatez de Trump, la intolerancia de Rajoy, la actitud retadora de los políticos catalanes, la exasperación de Iglesias, los desafíos de Maduro, el sadismo de los yihadistas. Los modelos que tenemos son todo menos eso, modelos. Nos haría falta en este s. XXI hipercomunicado que apareciese un Gandhi, una madre Teresa, un Olof Palme o alguien que pusiese un poco de cordura en todo esto.

La gente está en un estado exaltado constante. No hay mesura, todo es blanco o negro sin escala de grises. Y yo, como profesor, y muchos compañeros y compañeras más, vivimos una sensación de desprotección absoluta en nuestro trabajo. Aumentan las agresiones de pacientes y familiares a médicos, aumentan las denuncias a docentes, aumenta el "bullying" entre el alumnado, aumentan las agresiones machistas. Todo se hace viral, lo que pasa en Nueva Zelanda llega a tu móvil en pocos minutos. Y enseguida empieza el bucle, se sube a las redes y cualquier hecho dramático o terrorífico hace que esa crispación aumente y se refleje en los comentarios de la gente en twitter, facebook y demás. ¡Y ojo! A veces yo también caigo en ello y me expreso de una forma vehemente porque me creo en posesión de la verdad. 

Habría que, como decía Groucho Marx, parar el mundo aunque fuesen 5 minutos y sentarse a pensar, mirar al de al lado, ofrecerle una sonrisa, hablar con esa persona... Hace pocos días entré a tomar café en la cafetería más cercana a mi casa, más que nada por leer el periódico. Una de las camareras dijo "buenas tardes Alfonso" y yo me sorprendí que conociese mi nombre porque nunca se lo había dicho.  Lo cierto es que estaba saludando a un señor mayor que acababa de entrar y que es cliente habitual y también se llamaba Alfonso, así que en ese momento también le dije que yo me llamaba así y me puse a hablar con el señor. Y me encantó, porque empezó a hablarme de su vida, de lo que cambiaron las cosas, de cómo se ganaba la vida, ¡de Foucellas! (fue un maquis que vivía escondido en los montes durante la dictadura y que acabó siendo detenido y ajusticiado a garrote vil), de un montón de cosas de hace 60 o 70 años, en su gallego más genuino y con una nostalgia y gratitud por oirle inmensa. Le invité al café y me despedí de él hasta otro día. Y en los pocos metros que separan la cafetería del portal de mi casa pensé: "Si todos viviéramos cosas así todos los días, Trump no hubiese ganado, Rajoy no gobernaría en España, Cataluña no buscaría un referéndum el 1 de octubre y, en definitiva, seríamos todos mucho más felices, sin crispación, sin amenzas, sin agresiones a médicos y sin denuncias a profesores". Solo por un café, por 1'10 €. 





domingo, 3 de septiembre de 2017

VOLVER... ¿A EMPEZAR?

Para un docente podemos decir que hay dos inicios de año: el que vive cualquier mortal el 1 de enero más "nuestro" inicio de curso escolar que empieza el 1 de septiembre. Después de 2 meses de vacaciones de verano (porque son dos meses, julio y agosto y no tres o cuatro como dicen algunos, aparte de que en julio estás a disposición de la Administración para cualquier asunto por el que te puedan llamar, por ejemplo, ser tribunal de oposición), toca incorporarse al trabajo.

En los últimos años siento que es como un gran parón y que ni me hace falta adaptación ni me entra depresión ni cosas por el estilo. Hombre, si pudiéramos vivir sin trabajar pues supongo que lo desearíamos todos, pero como no es así pues empieza el curso y aparecer en tu colegio el 1 de septiembre debería ser motivo de satisfacción, de reencuentro, etc. En muchos casos ves caras de compañeros nuevos, puede que cambie el alumnado si terminas el ciclo con un grupo o que haya alguna novedad que nuestras ínclita Consellería de Educación nos quiera imponer sin la más mínima lógica. Después de 26 años de docente parece que ya tienes una especie de coraza que te hace inmune a muchas cosas y acabas siendo un "resabiado" que sigue haciendo más o menos las mismas cosas introduciendo innovaciones educativas y actividades que sirvan para motivar y llevar adelante un nuevo curso.

Este curso 2017/18 seré tutor de 6º de Primaria. Continuaré con el mismo grupo de alumnos que el curso pasado, a los que adoro. Es un grupo muy bueno y ya tenemos proyectos pensados entre varios profesores que esperemos se hagan realidad. Un trabajo que les puse en verano fue que, si iban de viaje, aunque fuera al pueblo de al lado, mandaran una postal al colegio. Han llegado unas 14 de un grupo de 25, desde destinos tan variopintos como diferentes localidades de Portugal, Galicia, Almería, Tenerife, Salamanca, La Rioja y Barcelona, aparte de las que mandé yo desde Suecia y Dinamarca. Sin duda viajar es la actividad humana que más riqueza nos da para entender y empatizar con otras culturas y formas de pensar y es un valor que siempre está presente en mis clases, fomentar la cultura de los viajes. Seguro que en una semana cuando empiecen las clases tendrán mucho que contar de su verano, visto desde la mente de un niño o una niña de 10-11 años.

Y por supuesto, mis hijos también empiezan su rutina. Mañana es un día crucial para el mayor porque se enfrenta a dos exámenes de septiembre que pueden marcar su futuro más inmediato. He de decir que estoy yo más nervioso que él porque sé la trascendencia que tiene conseguir superar una etapa educativa o no y eso ocurrirá en unas pocas horas. Y mi hija terminará este año Educación Primaria y será también el fin de una etapa encarando ya el instituto donde se encontrará, por cierto, con mi grupo de alumnos.

Recuerdo con cierta nostalgia mis primeros años de profesión, donde estos primeros días eran para elegir tu destino, instalarse e ir con los bártulos de un lugar a otro. Ese "gusanillo" de empezar el curso en una localidad que nada tenía que ver contigo te generaba cierta curiosidad y ansiedad por que todo saliese como tú esperabas. En Ciñera de Gordón, en Ponferrada, en Tapia de Casariego... fueron unos años inolvidables, cuando un casi adolescente de 21, 22, 23 años se hacía cargo de toda una vida: alquilar un piso, organizar tus clases, conocer gente nueva, adaptarse a una nueva situación, etc. Aquellos inicios han hecho que hoy no sea un "volver a empezar" sino una continuidad de lo que llevas haciendo los últimos años, con la excepción lógica de cuando hubo un cambio de centro o el gran traslado que supuso irse a vivir a Holanda en 2010 y que dio un giro radical a mi vida en muchos aspectos: personal, educativo, emocional. Sé que no soy el mismo en 2017 que en 2010, veo las cosas desde perspectivas muy distintas y noto también que esa transformación, que a grandes rasgos ha sido muy positiva, choca con pensamientos y decisiones que tienen otras personas que no han pasado por el experiencia de vivir en otro país. Yo me noto más tolerante en muchas cosas, más intransigente en otras, más asertivo, más empático y curiosamente también expresar lo que siento y discrepar de lo políticamente correcto me genera pequeños problemas de convivencia con gente que sigue viviendo en este "curruncho" de Europa y que no tiene más altura de miras que su ego.

Tal vez no entendáis nada de lo que quiero expresar. Normal, no pongo muchos nombres ni ejemplos, pero en estas semanas que, por ejemplo, estamos saturados de un tema crucial en la política española como es el referéndum para la independencia de Catalunya convocado por la Generalitat para el próximo 1 de octubre, está generando unas tensiones en las conversaciones cotidianas de la gente que en cierta manera asusta un poco. A menos de un mes de la fecha en cuestión no sabemos que ocurrirá ese día, si habrá votación o no, qué hará el Gobierno de España, qué consecuencias traería si gana el SÍ o si gana el NO, tanto para españoles como para catalanes... Y el españolito de a pie, acostrumbrado a las tertulias de barra de bar, opina con estereotipos, llega incluso a insultar, se enerva hasta el punto de llegar casi a las manos con el que no piense como él y, también aupados por las redes sociales, el nivel de tensión es extremo.

Así que ante todo este panorama yo voy a dar mi opinión. Como ciudadano de una región de España y de Europa, de partida estoy a favor de que los pueblos tengan derecho a manifestar lo que quieren. Esto es, si los catalanes quieren votar si son independientes o no, que voten. Ahora bien, yo no quiero que Catalunya se independice, pero tampoco quiero que lo haga Silesia, Frisia, Transilvania o Cornualles. No creo que la llegada de un nuevo país a Europa sea positiva ni para ese país ni para el país del cual se escinde, en este caso nos ha tocado a España. Lo que sí me gustaría es que tanto los que defienden la independencia como los que no, expusieran claramente a los ciudadanos catalanes los pros y los contras de la misma, factor que creo, desde que empezó todo este reto por parte del gobierno catalán, nunca se ha hecho en un medio público. Porque, básicamente, ¿un ciudadano residente en Catalunya (no necesariamente catalán) tendrá mejores servicios y más calidad de vida por ser independiente de España? Sinceramente creo que no. Y lo mismo al revés, ¿un ciudadano de cualquier otra región de España tendrá un cambio significativo en su vida si Catalunya se independiza? Pues creo que tampoco, porque yo el día 2 de octubre, pase lo que pase en las urnas, iré a trabajar exactamente igual y me pagarán lo mismo. Tal vez, si tuviese que viajar a una Catalunya independiente, tendría que hacerlo con pasaporte, pasar unos controles de frontera al llegar al aeropuerto de Barcelona, Reus o Girona, igualmente en las carreteras y autopistas que se comunican con Aragón y la Comunitat Valenciana tendrían que enseñar mi identificación e imagino que pequeños transtornos más derivados de esa posible escisión, pero más o menos igual que si voy a un Londres "brexitado" o a un país que no sea del Espacio Schengen o cruzo el Estrecho de Gibraltar y llego a Tánger. Y viceversa, claro, porque cuando aterricen los aviones procedentes de Barcelona en Alvedro, todos aquellos ciudadanos catalanes que quieran entrar en Galicia tendrán también que identificarse, a pesar de conservar aún la nacionalidad española (ya que han nacido en España pero no serían miembros de la Unión Europea).

Me parece que las cosas se han sacado un poco de quicio por ambas partes, el gobierno catalán y el gobierno español. Los primeros porque no son creíbles, generan esa animadversión a todo lo que implique "Catalunya" y están en la perrencha de niños de primaria de "nos queremos ir"; y los segundos porque no han sabido manejar ese desafío independentista en los seis años que llevan gobernando por no querer dialogar y sobre todo, por no querer entender lo que significa un sentimiento de nación. Tengo una buena amiga, profesora, de Castellón, que ahora está dando clase en Olot y ella me dijo una vez que se sentía catalana, que su manera de vivir y de enfocar las cosas era desde una perspectiva diferente a la que podía tener yo como gallego, un madrileño o un andaluz y que lo único que pedía era respeto por esa manera de sentir y ver el mundo. Y yo le creo. Con lo cual la cuestión es, ¿quiénes somos nosotros para impedir que alguien SIENTA que su mundo es Catalunya como estado independiente, sin vínculos de dependencia con España e integrados en una Europa global, en un mundo global? Lo que ocurre es que un proceso como este implica mucha altura de miras por parte de ambos lados y ninguno de los dos gobiernos en cuestión la han tenido. 

En conclusión, no solo se vuelve a empezar un curso escolar, tal vez haya que volver a empezar a DIALOGAR, a pactar, a entenderse unos con otros. Y sinceramente creo que de eso falta mucha cultura en nuestro país, aún después de los 40 años de democracia infantil que llevamos. A veces siento que se ríen de nosotros en Europa y no es de extrañar porque damos cada espectáculo que mejor esconderse debajo de una manta. Así que a ver qué ocurre y cómo encaramos este curso escolar, por mi parte intentaré que mis alumnos, cuando sean adultos, puedan tener más capacidad de diálogo que muchos de los gobernantes que tenemos. Ojalá lo consiga.