sábado, 28 de noviembre de 2015

BANCO DE ALIMENTOS

Hoy viví una experiencia nueva en compañía de dos compañeras del Partido Socialista. Cercana ya la Navidad, es ya tradicional una campaña de recogida de productos para los bancos de alimentos, de cara a que ninguna familia quede sin poder celebrar estas fiestas que cada vez son más comerciales. El PSOE de A Coruña lleva años colaborando en esa recogida y como militantes nos ofrecemos voluntarios para ir a un centro comercial o supermercado a recibir las donaciones de cualquier ciudadano.

Allá nos fuimos a las 12 y media de la mañana, nos pusimos el chaleco identificativo y ante 6 carros fuimos recibiendo los productos no perecederos. Yo pensaba que la gente donaría lo típico: un kilo de arroz, una caja de galletas, un brick de leche. Pues no. Todo aquel que se acercaba dejaba más que eso y gente de todo tipo. Nunca me dejará de sorprender el alto grado de solidaridad que existe en España, que nos pone de líderes en Europa. Hemos visto a lo largo de las últimas décadas como los españoles hemos copado el "top" en las listas más variopintas referidas a la solidaridad: el primer país del mundo en donaciones de órganos, nuestras puertas abiertas para acoger a los necesitados, adopciones de animales. Y lo de hoy. Gente de TODAS las condiciones, razas, religiones. Me emocionaba cuando se acercaba una familia musulmana (fácilmente identificables por los "niqab" de las mujeres) y dejaba unos cuantos kilos de comida; una familia de inmigrantes sudamericanos y lo mismo; una mujer que se acercó con dos paquetes, también inmigrante de origen brasileño o portugués (porque habló en su idioma) y nos dijo "siento no poder dejar más, tengo que vivir con 425 euros al mes"... Emoción.

Niños que venían con sus bolsas, gente jubilada que también dejaban sus recuerdos con refranes como "hambre no, pero ganas de...", gente joven con bebés que también dejaban alimentos infantiles. Es difícil describir el cúmulo de emociones que en 2 horas y medio vivimos mis compañeras y yo. Cuando se cargaba un carro con un tipo de comida, lo llevábamos a un pequeño local del centro comercial y allí lo acomodaban en cajas para disponerlas en un palé y llevarlas al almacén central, en uno de los polígonos comerciales de la ciudad.  Muchos carros cargados llevamos, de legumbres, pasta, leche, desayunos, aceite, comida para bebés, conservas. Incluso llevábamos una alegría cuando alguien dejaba alimentos con los que no contamos como un paquete de sal o unas tabletas de turrón. Se espera que en toda España se donen 21 millones de kilos, lo que supone un gran récord. 

Hubo gente que donaba carritos enteros y a punto estuve de ponerme a llorar de emoción. Fijaos que tampoco es que fuese algo que me implicase directamente, pero aflora lo más profundo de los sentimientos. Carros que, a ojo, llevaban mercancía por casi 100 euros y que cuando se lo agradecías a los donantes decían que era poco y que también esa gente lo necesita. En fin, que la experiencia ha sido corta pero intensa.

Seguimos en crisis y pienso que es triste que un estado no ponga los recursos suficientes para que todos sus ciudadanos puedan acceder a un sustento digno. Que haya que recurrir a la solidaridad de la gente para poder pasar una Navidad tendría que hacer bajar la cabeza de vergüenza a la mayoría de los políticos de nuestro país. A pocos días de lo que se espera como cambio, pase lo que pase y sin tener en cuenta ninguna ideología, creo que las prioridades sociales tienen que ir por ahí, por garantizar lo mínimo en vivienda, servicios sociales, alimentación, educación, sanidad. No más recortes ni más sueldos precarios, está claro que España puede, que somos un país con gran riqueza y grandes talentos. El objetivo es que no haya que recurrir de nuevo a una iniciativa como esta, pero me da que tendremos que hacerlo aún algunos años más.

Seguiré aportando lo que pueda y esté en mi mano para que mi sociedad sea un poco mejor, de momento desde las aulas es donde veo que más puedo hacer, pero no quiero dejar de ser partícipe de iniciativas como esta que no por excepcional debido a las fechas es la única en el país, teniendo el deber de presumir de ello en Europa y todo el mundo. Es nuestro carácter y del que tenemos que sentirnos más que orgullosos.





jueves, 19 de noviembre de 2015

MIEDO

Llevamos casi una semana pendientes de París, de Bruselas y en definitiva de cualquier gran urbe europea debido a la amenaza terrorista del Estado Islámico, ISIS o DAESH o como se quieran llamar. Hay una tensión similar a la vivida en Madrid en 2004 cuando los trenes explotaron matando a casi 200 personas. Se ha hablado del tema en los colegios, en cafeterías, en tertulias, en familia. Nos estamos acostumbrando a terminología como "yihad" o similares y toda la escenografía de estos individuos es salvaje, tétrica, atroz e incomprensible.

Francia está en estado de guerra, ha cerrado fronteras e intensificado los controles de entrada en el país y extremado la seguridad. Se han suspendido partidos de fútbol en Bruselas y Hannover y se viven situaciones de película de cine, con la triste característica de que es real. Las redes sociales arden en opiniones y comentarios, políticos, famosos y ciertos "pícaros" (que siempre surgen en situaciones así) se ponen a comentar la situación cuando mi impresión es que estamos ante un fenómeno que no podemos controlar y del que poco sabemos aún. Hemos visto cómo estos fanáticos degollaban periodistas sin ningún tipo de arrepentimiento, fusilaban niños, despeñaban homosexuales destruían obras artísticas y, en definitiva, sometían brutalmente a su población. Ahora el terror está a la puerta de casa y crece la sensación de inseguridad en todo el Mundo.

Pero el dilema ético también ha surgido precisamente por la localización del último atentado en París. Acciones similares a las del viernes en la capital francesa han ocurrido en Kenia, Iraq, Túnez, Turquía y más recientemente con la explosión de un avión de pasajeros ruso en el Sinaí. Los medios se han hecho eco de estas acciones pero no con la intensidad de París ni han tenido la misma reacción. ¿Importan menos unas víctimas que otras?

Y lo peor de todo es que si te posicionas criticando la hipocresía de Occidente con estas otras víctimas, hay gente que te cuestiona tu decisión, sospechando incluso que los atentados de París de importan poco. Nada más lejos de la realidad. Todos hemos llorado ante determinadas imágenes, igual que hicimos cuando ocurrió en Madrid, Londres o Nueva York, pero no nos podemos olvidar del resto de víctimas en países africanos o asiáticos. Ver en Youtube cómo fusilan a 200 niños sin piedad o las imágenes de cuerpos destrozados tras los bombardeos en Siria, de uno y otro bando, nos hace sentir lo reprobables que somos: personas matando a personas, destrozando familias y pueblos enteros. Es atroz.

No sabremos qué ocurrirá en los próximos días. Hay expertos que nos hablan de estar encaminados a una III Guerra Mundial, a un nuevo orden mundial. Lo que está claro es que de nuevo estamos ante una guerra originada por un dogma religioso, en este caso el Islam. Pero lo terrible es demonizar a sus creyentes, pensar que todos los musulmanes son terroristas en potencia; no podemos entender el mundo sin tener en cuenta a más de 1000 millones de creyentes de esta religión y, si no recuerdo mal, 22 países donde se profesa oficialmente. Hoy existen comunidades musulmanas en todos los continentes y tienen mucho que aportar. Mientras, ¿qué actitud tomar ante las atrocidades de los terroristas de ISIS? Creo que el asunto es más profundo como para opinar en una red social sin caer en comentarios xenófobos. Lo que sí tengo claro es que a mí me duelen todas las víctimas, es verdad que París está a 1500 km de nosotros, que somos culturalmente más parecidos y que ver a 70000 personas cantando en un estadio inglés "La Marsellesa" (insisto, estadio INGLÉS) es la muestra más clara de que Europa está unida ante este horror, haya pasado ahora en París como si hubiera sido en Copenhague, Barcelona o Viena, pero en Oriente Próximo se está matando a niños o, en otra acción desesperada, se lanzan en balsas al Mediterráneo y aparecen ahogados en las playas griegas o zancadilleados en Hungría. Difícil momento estamos pasando.

España también está en alerta. En un mes son las elecciones y ya vivimos en 2004 el terror a tres días de otra convocatoria electoral. No podríamos soportar emocionalmente algo similar a lo ocurrido por entonces o ahora en París. Pero la vida sigue, si cabe con más miedo o tensión y generando sospechas sobre el diferente. ¡Cómo se puede hundir en unos segundos todo un trabajo previo de interculturalidad por culpa de unos fanáticos! Solo nos queda confiar en el buen hacer de nuestros diplomáticos porque de los políticos poco podemos esperar, pero tendrán que estar a la altura, pero mientras, por si sirve de algo... NO A LA GUERRA


(y Turquía, Kenia, Túnez, Sudán del Sur, Afganistán...)

sábado, 14 de noviembre de 2015

PARÍS

Nunca estuve en París. La gente que conozco y ha visitado la capital de Francia, la capital de Europa, me ha dicho que, si tengo que ver una ciudad, esa es París. He vivido en Amsterdam, he pisado Berlín, Bruselas, Estocolmo, Madrid... y varias ciudades de referencia en Europa. Dicen que París lo es todo, que tu manera de ver el mundo cambia cuando paseas por los Campos Elíseos, entras en el corazón de Montmartre, subes a la Torre Eiffel o embelleces tu alma visitando el Louvre. París es moda, arte, historia, lujo, música, cosmopolitismo... París es TODO.

Pero ayer fue el terror. Sin más, de nuevo la "Ciudad de las Luces" se tiñó de sangre por unos fanáticos que dicen matar "en nombre de Alá". A estas horas los muertos llegan a 127, pero seguro serán más porque las imágenes que estamos viendo son como la más terrible de las pesadillas. Un "viernes 13" de verdad, no de las películas de terror que nunca nos creíamos. Hoy no nos queda más remedio que creerlo, y seguir preguntándonos, como aquel 11 de marzo en Madrid o aquel 11 de septiembre en Nueva York: ¿POR QUÉ?

Me considero racional, con una cultura amplia y con capacidad para cuestionar los hechos, sobre todo los históricos. Visité Auschwitz y me preguntaba qué podría pasar por la cabeza de unos señores con un uniforme militar lleno de esvásticas para maquinar y llevar a cabo el horror del exterminio de personas vinculadas a una religión, a una orientación sexual o condicionadas en su vida por una discapacidad. Trataba de ponerme en la mente de aquellos que metían a 100, 200 personas en una cámara de gas y en 20 minutos los recogían muertos para incinerarlos no sin antes despojarlos hasta de sus dientes de oro o de su pelo, del cual llegaban a fabricar mantas. Habían diseñado un proceso industrial con la muerte, un beneficio para una locura que justificaban por la superioridad de una raza frente al resto del mundo. Hoy, 70 años después, nos encontramos con otra religión que difunde el mensaje de que ellos tienen la verdad, que el resto de la Humanidad sobra en la Tierra y que sólo ellos pueden seguir adelante.

Cuando en la Edad Media los cristianos hacían lo mismo, cortando cabezas a diestro y siniestro por toda Europa y Próximo Oriente, la población civil no llegaba a saber de estas atrocidades porque no había la difusión que hay ahora y mucho menos el grado de educación y cultura que tenemos en eso que llamamos "Occidente"; también se mutilaron obras de arte, tapando o extirpando las partes sexuales de cuanto Adán o Eva se hubiese esculpido o pintado, de esculturas griegas o romanas de bellas mujeres o fornidos varones que eran los cánones de belleza. Hoy vemos como los fanáticos del Islam destruyen las mismas obras de arte de la Antigüedad, dinamitan templos, rompen columnas asirias o romanas a golpe de martillo. Nadie puede pararlos y, en caso de que pudiesen, ¿serviría de algo? 

Hace pocos días 200 niños sirios fueron fusilados por esta gente también en nombre de Alá y no salieron en la tele ni los vimos en Internet. Seguramente pasaron previamente por un período de cautiverio o tortura y sólo unas líneas aparecieron en los medios de comunicación. Ayer tuvimos un terror similar en París, mientras la gente estaba disfrutando de su tiempo libre, en terrazas, en Bataclán. Me duelen todos, me horroriza pensar en los minutos previos en los que esa gente se da cuenta de que va a morir a manos de un comando de locos. Pero también me horroriza oír que entre aquéllos que escapan de ese horror en Siria y llegan a Europa, se camuflan los que luego disparan en nuestras discotecas o estaciones de tren o calles de un barrio cualquiera de nuestras ciudades.

Y mientras seguimos cogidos... por el petróleo. Si Occidente no dependiese tanto de esas regiones, hoy no tendríamos muertos en París ni en Siria. Pero claro, la hipocresía de tener nuestro coche con su petróleo se traduce en un "yo te doy las armas", con las que luego nos disparan. Permitimos que se humille a la mujer con sus burkas en Afganistán, que no se respete el más mínimo de los derechos humanos en niños, mujeres y hombres por pertenecer a tal o cual grupo étnico o religioso de los países árabes, vemos como en Siria llevan 4 años de destrucción en manos de un dictador y no tenemos el valor de sacarlo del poder porque interesa, porque es nuestro "amigo" (y donde dice Siria podéis poner Arabia Saudí, Iraq, Kuwait, etc.). Pero cuando llegan a la puerta de casa, cuando París (y aquí también podéis poner Londres, Madrid, Amsterdam o Berlín) es atacado en su pleno corazón, todos nos solidarizamos y volvemos a preguntarnos ¿POR QUÉ?

Esto no parará, la masacre continuará en otros lugares porque tienen la capacidad de hacerlo y nosotros no tenemos la capacidad de contenerlo. Pero siempre quedará la esperanza de que aparezca alguien que pueda sentar en una mesa a los dirigentes para dialogar, para terminar con el terror, para negociar, porque con bombas tampoco arreglamos nada. Por el bien de todos, los de aquí y los de allá, necesitamos que ese alguien aparezca ya, sin demora, por París y por los niños sirios, por Occidente y Oriente; en fin, por la Humanidad.