miércoles, 23 de julio de 2014

HISTORIAS DEL BUS

Creo que se llama Arturo. Su profesión: conductor de autobuses urbanos en A Coruña. Hace escasos minutos que he bajado del autobús 327 de la línea 1 y la sensación que me ha causado este profesional es espectacular. No es la primera vez que me coincide ir en un autobús con él, pero desde luego no puede dejar a nadie indiferente porque además de conductor es una persona que transmite simpatía, felicidad, energía, solidaridad, empatía... en fin, todo lo que podemos desear de cualquier persona que tenga como trabajo un servicio a su comunidad.

Conducir un autobús por una ciudad de 250.000 habitantes y llena de tráfico no debe ser tarea agradable, más en un día caluroso como hoy. Con Arturo (espero que ese sea su nombre) acabas con la sensación de no querer bajar del bus. Trata a cada usuario conforme a sus características y empatiza totalmente con todos, habla con nosotros, nos resuelve dudas. Han sido poco más de 15 minutos los que he pasado en el bus hoy y valieron más que cualquier terapia personal. Para que os hagáis una idea, os cuento casos que he vivido en esos 15 minutos.

Parada de la Plaza de Ourense. Subo al autobús y sé que mi tarjeta de transporte no funciona bien. La pongo en el lector y Arturo me dice: 

- No te preocupes, dale la vuelta y pulsa en el microchip.
- Creo que lo tendrás que hacer tú, porque no es la primera vez que me pasa, tendré que cambiarla
- No, ya verás, prueba otra vez.. dale la vuelta ahora, eso es, ALFONSO

... Y ahí me dejó perplejo. ¿Cómo sabe ni nombre? Pues deducción lógica, mientras me ayudaba, leía mi nombre impreso en la tarjeta. Lo que un simple gesto mecánico y rutinario que hará con cientos de personas todos los días, lo ha personalizado. Ya me tiene en el bolsillo.

Nos ponemos en marcha, va hablando con un pasajero que tiene en el primer asiento cercano a él pero sin dejar de atender a semáforos, pasos de cebra, coches en doble fila, un tráfico infernal. Siguiente parada. Sube una señora con bastón y Arturo, con su voz que también tiene la características de ser amable, en un tono correcto y con un deje de "koruño" suave pero que lo identifica claramente, dice:

- ¡Por favor, dejen sitio en uno de los asientos reservados (para personas con movilidad reducida) para esta señora!

Automáticamente, otra mujer se levanta y la señora se sienta.

En otra parada una mujer le pregunta si para en la Estación de Autobuses. Le dice que no, le indica la línea que tiene que coger, la señora le da las gracias y él contesta, con su peculiar estilo, "de nada señora, que tenga un buen día".

El bus se va llenando y sube una mamá con dos niños de unos 5 - 7 años, con bolsas, artículos de playa, etc. Se quedan de pie cerca de Arturo. Y él empieza su conversación con los chavales, explicándoles su trabajo y preguntándoles cómo pasan el verano, qué pescan con sus pequeñas redes, etc. Los chavales van agarrados pero atentísimos a las explicaciones de Arturo. También les dice que, si nadie toca el timbre de próxima parada, lo pueden hacer ellos, que les hace una ilusión tremenda como a todos los chiquillos. Llega el momento en que se tienen que bajar y Arturo deja a la mamá y a sus hijos bajar por la puerta de delante para que no tengan que atravesar todo el autobús. Como hay gente esperando para subir en la parada, en el momento en que lo hacen Arturo les dice "Muchas gracias y perdonen", lo que genera en los nuevos usuarios una sonrisa entre sorpresiva y agradecida ante lo que, sin lugar a ninguna duda, es una muestra de total educación por parte del conductor.

La gente va en el bus charlando distendida, con otro carácter y atentos a las evoluciones tanto del viaje como de las conversaciones en las que interviene Arturo. Para que me entendáis perfectamente, se respira otro "rollo" en sus trayectos y hasta parece que la gente es más feliz, que se olvidan durante unos minutos de los problemas reales de sus vidas.

Y así llega mi parada y en el camino hasta casa, pienso: "Arturo merece un e-mail de agradecimiento a sus superiores en la Compañía de Tranvías, una carta al director de La Voz de Galicia para que algún reportero le entreviste como un trabajador ejemplar". Y por supuesto, mi muestra de agradecimiento en este blog. Como os dije, hace pocos años ya viajé una vez en su autobús y pude conversar un poco más con él. Recuerdo que al bajar le felicité por su humanidad y por su quehacer, contándole además que por aquel entonces yo vivía en Holanda y que era todo un poco más deshumanizado el transporte público. Ojalá el mundo estuviese lleno de profesionales como Arturo, un chico joven, con toda la vida laboral por delante, un gran profesional y sobre todo, una gran persona. Y ahora, el e-mail a la Compañía de Tranvías, espero que me respondan y lo feliciten. Os contaré si hay novedades.


2 comentarios:

  1. Pues qué majo Arturo! En Vigo teníamos alguno que otro majete también. Sin embargo la última vez que estuve en la Coru me tocó un súper caraculo que me dejó en shock, pues ni contestaba a mis buenos días (imagínate, después de estar aleccionada por los conductores holandeses que se te ENFADAN si no les das los buenos días, uno se acostumbra a entrar en el bus con actitud del país de la pirueta, sonriente y saludando)

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  2. Qué detalle que te llamen por tu nombre...
    Se nota que los conductores que llevan poco te dan los buenos días o buenas tardes y se esfuerzan por ser amables. Luego, por motivos que se escapan a mi comprensión, dejan de hacerlo a los pocos años.
    Afortunadamente este no es el caso que nos ocupa. Arturo, no cambies nunca!!!
    Este Arturo, como mola... ¡ se merece una ola !
    Artuuuroo, Artuuuroo, Artuurooo...!

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