domingo, 2 de octubre de 2011

Música en el Concertgebouw

Vivir en Amsterdam te da la opción de disfrutar de muchas maneras en un día de calor como hoy. Una compañera me propuso asistir a un concierto y visita guiada en uno de los templos de la música mundial, el Concertgebouw. El programa incluía obras de Schubert y Brahms con la intervención de un violinista húngaro como solista y un director de orquesta estonio. El concierto empezó puntualmente y con un protocolo riguroso que ya les gustaría a nuestros auditorios tener. El público de lo más correcto que te puedes imaginar, aplaudiendo en los momentos oportunos, sin interrumpir, no sonó ni un teléfono móvil y toses y carraspeos los justos. Un 10 en educación. 

En cuanto empezó a sonar la música la acústica era perfecta. Primero la orquesta y después el solista, de pie, con un violín que emitía un sonido como jamás había oído. El muchacho (33 años) era un gran virtuoso. Comenzar un domingo con una sesión musical así es un auténtico privilegio y un regalo para los oídos. Se notaba que el violinista estaba enamorado de la música que producía su violín y que la sentía. Hubo un momento en que el director no tenía nada que hacer porque el solista tocaba de memoria una melodía que no hacía falta dirigir.

Al acabar el concierto, el público en pie, aplaudiendo a rabiar, con dos entradas de ambos de nuevo al escenario y con una simple y bella "Zarabanda" de propina. ESPECTACULAR.

Al terminar habíamos contratado una visita guiada en inglés al recinto. El guía era un joven con estudios musicales, que se había criado en el barrio y que sentía al Concertgebouw como algo vinculado a él. Su profesionalidad fue excelente. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto de una visita guiada como la de hoy. Recorrimos los lugares más insospechados del edificio, nos enseñó su historia, sus anécdotas, su reconstrucción, pudimos hacer fotos libremente y ver cómo es toda esa organización desde dentro. Unas 200 personas trabajan en el edificio de una manera u otra (técnicos, músicos, personal de cocina, de administración...). Vimos los camerinos de los grandes solistas, del director, de los miembros de la orquesta, el tejado y su soporte técnico, los almacenes, los palcos, subimos al escenario... En fin, un auténtico regalo. Eso sí, como en todo en Holanda previo pago: 22 euros el concierto y 10 euros la visita. Pero muy bien invertidos.



No puedo contaros todos los detalles en el blog, pero esta visita ha sido una de las más enriquecedoras desde que llegué al país. Y más para mi, antiguo profesor de Música en Primaria, hubo momentos en los que lo añoré. El Concertgebouw tiene una programación estable TODOS los días del año, así que repetiremos porque es una terapia, esa es la belleza de la MÚSICA.

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